Por qué necesitamos medir nuestra huella ecológica
07/01/2024

A lo largo de la historia los seres humanos hemos ido transformando el planeta en que vivimos. Hemos logrado alcanzar en muchas zonas unas condiciones óptimas de comodidad y bienestar que nos garantizan poder comprar cualquier cosa, procedente de cualquier lugar, sin movernos de casa, o viajar a diferentes lugares del mundo, pero resulta que esto ha tenido unas consecuencias a nivel medioambiental que no podemos ignorar. La atmósfera, las aguas y los ecosistemas se resienten y es el momento de revertir esta situación. 

¿Qué es la huella ecológica? 

La única forma de reducir nuestro impacto sobre el planeta es conocerlo y para ayudarnos en esta tarea surge la huella ecológica, también denominada huella medioambiental, que es un indicador de sostenibilidad de carácter internacional que nos permite saber cuál es el impacto real que nuestro modo de vida tiene sobre el medio ambiente… y si este modo de vida es realmente sostenible. 

Los cálculos de huella ecológica estiman la porción de tierra que es necesaria para el desarrollo de vida de un ser humano. Hablaríamos por tanto de la porción de terreno ecológicamente productivo que una persona necesita para generar todos los recursos que conforman su estilo de vida, teniendo en cuenta que todo lo que consumimos requiere la extracción y el uso de energía y materias primas que proceden de explotaciones mineras, ganaderas, agrícolas… Tanto la producción como el almacenamiento de los bienes y servicios que consumimos ocupa un espacio físico (que no puede ser empleado al mismo tiempo para otros fines) y un consumo de energía, y además todos estos procesos y nuestro posterior consumo implica una serie de residuos cuya gestión tiene una dimensión medioambiental y espacial que no puede ser ignorada. 

¿Cómo calcular la huella ecológica? 

El punto de partida es la biocapacidad del planeta, es decir, su capacidad para abastecer de recursos naturales útiles y de absorber los desechos generados por los humanos. La biocapacidad de la Tierra es de 13.600 millones de hectáreas globales (hag). Si estableciésemos un reparto homogéneo de recursos entre todos los habitantes del planeta a cada persona nos corresponderían 2,1 hag, pero el cálculo de huella ecológica se obtiene restando los recursos consumidos por cada persona de los recursos generados por el planeta a lo largo de un año.  

Según datos de Global Footprint Network, nos encontramos con cifras muy dispares alrededor de todo el mundo. Por ejemplo, un ciudadano europeo necesitaría 4,5 hectáreas, mientras que un norteamericano necesitaría 6,6 hectáreas y un africano 2,7. Curiosamente, en todos estos ejemplos nos encontramos con que nuestras necesidades superan la capacidad del planeta de generar recursos y procesar residuos.  

Esta situación nos lleva a un panorama de deuda ecológica que deja en evidencia que la situación no es sostenible. En los años 80, se excedió por primera vez la biocapacidad de la tierra. Desde entonces hasta ahora esta forma de sobreexplotación ha ido en aumento y nos encontramos con que por ejemplo en 2005 la demanda fue un 30% mayor que la oferta y el año pasado el día 28 de julio ya habíamos consumido todos los recursos que la tierra podía proporcionarnos en condiciones de sostenibilidad para 2022 (dicha fecha marca el denominado día de la sobrecapacidad de la tierra, que cada año se adelanta un poco más).  

¿Podemos reducir la huella ecológica? 

Situaciones como el cambio climático, la deforestación, la escasez de agua o el deterioro de los ecosistemas son consecuencia de nuestros modelos de explotación de los recursos. Mantener el ritmo actual significaría que para el 2035 serían necesarios dos planetas para satisfacer nuestras necesidades. 

Más del 80% de la población mundial vive en países que tienen déficits ecológicos, utilizando más recursos de los que son capaces de generar y, en este contexto, somos los habitantes de los países desarrollados los que tenemos mayor responsabilidad en el proceso de cambio. 

Aunque muchos de los cambios más relevantes deben llegar incentivados por normativas de carácter nacional e internacional, también podemos ir modificando hábitos a título individual, que supondrán reducir nuestra huella ecológica, no en vano, esta depende de nuestro estilo de vida y, afortunadamente, existen multitud de formas de hacerlo más sostenible.  

Entre las acciones que están en nuestra mano encontramos la optimización del consumo de energía, la elección de energías limpias siempre que sea posible, reducir nuestros niveles de consumo (optando, por ejemplo, por menos productos pero de mejor calidad y contemplando el impacto medioambiental de nuestras decisiones), reducir el consumo de carne, reciclar, movernos de formas sostenibles… 

 En este proceso de adopción de hábitos de vida más sostenible la calculadora de Global Footprint Network nos ayuda a evaluar nuestro modo de vida para calcular la huella ecológica que estamos generando y ofrece una serie de consejos acerca de cómo reducir nuestro impacto sobre el planeta. Es el momento de tomar una postura activa.