Torres hechas a partir de setas -que a su vez crecieron gracias a los residuos de materia orgánica-, paneles rellenos de algas empleados en las fachadas de edificios “energía cero” o fibras de lino que forman tejidos técnicos de alto rendimiento utilizados como refuerzo en biocompuestos, materiales autoreparables, son algunas de las aplicaciones que se puede dar a los biorresiduos, tanto urbanos como rurales, en la construcción sostenible.
El sector constructor ha decidido sumarse a la economía circular, dando un nuevo uso a los restos orgánicos al tiempo que reduce la huella ambiental de su actividad. Y es que, a escala global, la construcción es responsable de entre el 25% y el 40% de los desechos sólidos, así como del 30% de las emisiones de gases de efecto invernadero, de entre el 30% y el 40% del consumo de energía y de más del 50% de los recursos primarios.
Y, sólo en la Unión Europea, el 30% de los residuos generados provienen del sector de la construcción, tal como se desprende del informe de la firma ARUP “The urban bio-loop” sobre el uso de biorresiduos para la ingeniería de construcción y productos de arquitectura.
En paralelo, la UE genera 2.600 de millones de toneladas de basura, de las cuales 43.4 millones son de origen natural, según Eurostats. La manera tradicional de gestionar este tipo de residuos a nivel europeo ha consistido principalmente en el vertido, la incineración -prácticas cada vez más desaconsejadas dado su impacto medioambiental y su bajo o nulo aprovechamiento- y el compostaje.
Compostar un kilogramo de biorresiduos genera aproximadamente 0,15 kg de CO2, mientras que la incineración produce unos 2,15 kg de CO2 y verter esa misma cantidad de basura genera el equivalente a 2,75 kg de CO2.
Materiales de construcción que vuelven al ciclo biológico
Así, han surgido otras alternativas para el aprovechamiento de los biorresiduos, como el que propone ARUP para la construcción, que a su juicio podrían ser “más atractivos desde un punto de vista económico”.
Desde ARUP aducen que el valor comercial del kilogramo de residuos empleado en la construcción es mayor que el compostado o incinerado para la obtención de energía: en la construcción, un kg vale entre 5 y 6 euros por kg, mientras que uno incinerado vale apenas 0,85 euros.
“Esta brecha entre el valor comercial de los residuos orgánicos en la situación actual de deshecho con respecto a la propuesta podría desencadenar el florecimiento de toda una nueva economía”, auguran.
Además, los recursos naturales transformados para la construcción vuelven después al ciclo biológico una vez finaliza su utilidad para esta aplicación concreta. Incluso, pueden tener aún más bucles en el ciclo técnico cuando se reutilizan o se refabrican, prolongando así su vida útil y generando exponencialmente más valor a través de varios bucles.
“Tenemos una oportunidad fantástica para secuestrar carbono y reducir los desechos mediante el uso de más material biológico en la construcción. Debemos capitalizar esta oportunidad desarrollando materiales adecuados e introduciéndolos en el proceso productivo”, señala el vicepresidente de ARUP, Tristram Carfrae.
La situación actual en la construcción
Actualmente hay más de 100 compañías involucradas en el desarrollo de productos naturales para la construcción, declara el documento, siendo algunos de los más empleados a nivel global la caña de azúcar, la celulosa, el maíz, las pipas de girasol, los cacahuetes, el plátano, el trigo, el arroz, la piña o la patata, entre otros.
Algunas de las aplicaciones de productos para la construcción sostenible basados en residuos orgánicos son:
- Tabiques, donde podrían utilizarse los residuos orgánicos como el bagazo, la celulosa, las semillas, los tallos o la cáscara de cacahuete -productos ligeros fáciles de manipular y rígidos (cualidad que garantiza una resistencia adecuada a los impactos).
- Muebles, a partir de pequeñas partículas residuales transformables en sillas, mesas y cualquier aplicación interior.
- Absorción acústica, por ejemplo, mediante residuos de soja, de donde se pueden obtener materiales de alta porosidad, como bioespumas.
- Aislamiento térmico, con residuos agrícolas que proporcionan una baja conductividad térmica y algunos de ellos con repelencia al agua (como es el caso de las cáscaras de patata y del corcho).
- Alfombras y moquetas a partir de residuos de la cosecha de plátanos o piñas, y de otros residuos flexibles, fuertes y ligero
El informe precisa que “los productos se producen generalmente con alcance local, pero la disponibilidad de recursos se aplica a escala mundial” y, por tanto, la reutilización de residuos orgánicos para fines de construcción sostenible presenta “una oportunidad global que puede ser explotada localmente dependiendo de las circunstancias específicas de cada país y de cada región, tanto desde el punto de vista medioambiental -como el clima- como desde el punto de vista socioeconómico, al considerar la cadena de suministro”.