¿Qué es la huella de carbono?
La huella de carbono, como ya sabemos, se conoce como el total de gases de efecto invernadero (GEI) que se emiten de forma directa o indirecta ya sea por una persona, animal, empresa o producto. Calcular la huella de carbono se hace a través de un inventario de emisiones de GEI o un análisis de ciclo de vida según la tipología de huella, esto está legislado por varias normativas como ISO 14064, PAS 2050 o GHG Protocol entre otras. La huella de carbono se mide en masa de CO2 equivalente. Una vez conocido el tamaño y la huella, se puede implementar una estrategia de reducción o compensación de emisiones, a través de diferentes canales.
A estas alturas, frenar el cambio climático no es, en absoluto, una tarea fácil. Asumir el reto de ralentizar el calentamiento global y limitarlo a muy por debajo de los 2ºC e incluso inferior a los 1,5ºC implica una coordinación de esfuerzos aplicados simultáneamente por parte de todos los gobiernos del mundo, y sobre todo de los países más contaminantes, como son Estados Unidos, el conjunto de la Unión Europea o China.
Para afrontar el desafío, la UE está tratando de impulsar una transformación de su economía hacia una economía sostenible, baja en carbono y circular, aprovechando la lucha contra el cambio climático para reimaginar la economía y crear nuevas oportunidades. Su último movimiento sobre el tablero climático, que la Comisión hizo público hacia el final del 2018, es una estrategia a largo plazo con la que Europa busca ser neutra en carbono para 2050, una meta -cuanto menos- ambiciosa, considerando que desde la firma y ratificación del Acuerdo de París las emisiones globales de gases de efecto invernadero no se han reducido en absoluto sino que, al contrario, han aumentado.
Europa será climáticamente neutra para 2050
La Comisión Europea defiende que “Europa puede liderar el camino hacia la neutralidad climática”, convirtiéndose, según Miguel Arias Cañete, comisario responsable de Acción por el Clima y Energía, en “la primera gran economía del mundo climáticamente neutra para 2050”. Según destaca este organismo en un comunicado, la clave para ello está en “la inversión en soluciones tecnológicas realistas, la capacitación de los ciudadanos y la armonización de la acción en ámbitos clave como la política industrial, la financiación o la investigación, garantizando al mismo tiempo la justicia social para una transición justa”.
La idea es que, durante los próximos años y de forma continuada (visión a largo plazo), se apliquen determinadas medidas de descarbonización en todos los sectores de la economía y con especial atención sobre siete ámbitos estratégicos:
- eficiencia energética
- despliegue de energías renovables
- movilidad limpia, segura y conectada
- industria competitiva y economía circular
- infraestructuras e interconexiones
- bioeconomía y sumideros naturales de carbono
- captura y almacenamiento de carbono para hacer frente a las emisiones restantes
En el ámbito de la movilidad, avanzar hacia la meta de 2050 requerirá “un enfoque sistémico con vehículos de emisiones bajas y nulas, un fuerte aumento de la capacidad de la red ferroviaria y una organización más eficiente del sistema de transporte, basado en la digitalización; incentivos para los cambios de comportamiento; combustibles alternativos e infraestructuras inteligentes; y compromisos globales”, asevera Violeta Bulc, comisaria responsable de Transportes.
Medidas eficientes para la agricultura
Por su parte, la agricultura, de donde proviene la mayoría de gases de efecto invernadero que no son de CO2 en la UE, incorporará, entre otras, medidas de mejora de la gestión de fertilizantes y abonos, así como de producción de biomasa sostenible que se podrá emplear también en la bioeconomía (bioplásticos o biotextiles, por ejemplo) y en el sector energético.
La energía deberá experimentar su propia revolución independiente, con un cambio radical en favor de las tecnologías renovables y en detrimento de los combustibles fósiles que hará que para el año 2050 más del 80% de la electricidad provenga de estas fuentes de energía limpia. La industria precisará “esfuerzos significativos” sobre todo centrados en la innovación sobre la tecnología, para desarrollar técnicas competitivas en torno a la captura y almacenamiento de carbono, así como sobre la mejora de la reutilización y el reciclaje, con un enfoque transversal de economía circular aplicado a todos los sectores.
Para reducir la demanda energética que proviene del sector de la construcción, los nuevos edificios deberán tener presente la arquitectura sostenible y diseñarse de forma que sean “inteligentes” en cuanto al uso de los recursos, mientras que los antiguos deberán también adaptarse a las nuevas condiciones climáticas y de declive energético, mejorando su aislamiento térmico y aprovechamiento de la luz natural, entre otros criterios de sostenibilidad.
Concienciación, investigación, investigación e inversión
La ciudadanía también tendrá que poner algo de su parte, modificando sus hábitos de consumo y entendiendo la importancia de ahorrar electricidad, no sólo para recortar su factura eléctrica sino también para contribuir a resolver la crisis climática.
Todo ello no será posible sin la investigación, la innovación y la educación, factores esenciales para dar con el ecosistema que propiciará esa transición ecológica, sostiene la CE, y en el cual se generará riqueza, empleo, crecimiento sostenible y progreso social.
En cuanto a la inversión para transformar la economía, la CE propone destinar más fondos a la descarbonización. Del 2% del PIB de la UE que se invierte anualmente en el sistema energético y su infraestructura, al 2,8% (entre 520 y 575 mil millones de euros anuales) que se calcula será necesario para que Europa sea neutra en carbono para 2050.