La ganadería y el cambio climático: Comer carne, pero con moderación
11/01/2019

En los últimos años, se ha puesto a la industria cárnica en el punto de mira de ambientalistas, científicos, la ciudadanía y algunos líderes políticos, cada vez más preocupados por el futuro del planeta a medida que éste se va calentando y se notan en mayor medida los efectos del cambio climático. La ganadería y el cambio climático están estrechamente vinculados.

Desde las sequías prolongadas en Kenia o en la India -donde la falta de lluvias ha provocado una ola masiva de suicidios entre los agricultores-, los huracanes cada vez más frecuentes y virulentos que incluso han llegado a Europa occidental, el aumento del nivel del mar que ha llegado a desplazar comunidades en lugares como Estados Unidos o los incendios destructivos en Portugal, Grecia, California…

No hay duda de que el calentamiento global es uno de los mayores desafíos ambientales, sociales, económicos y políticos de este siglo, con unos efectos devastadores y unas formas de abordar el problema que no parecen sencillas. Sin embargo, sí hay una solución incuestionable: para frenar el cambio climático se deberán reducir drásticamente la emisiones de gases de efecto invernadero.

Uno de los mayores emisores de estos gases es la industria cárnica

S la FAO contribuye un 18% más que el sector del transporte. En 2006, esta organización de Naciones Unidas reveló en un informe que, del total de emisiones de óxido nitroso de origen humano -que tienen 296 veces más potencial de calentamiento global que el CO2-, esta industria genera el 65%, debido, sobre todo, a causa del estiércol. También aseveró que, de las emisiones totales de CO2, la producción de carne representa el 9% gracias a los procesos respiratorios y a los cambios en el uso del suelo -ahora deforestado y convertido en pastos para mantener al ganado-; y que, de las de metano, supone el 37%, a consecuencia de la digestión natural de los animales.

Por su parte, la ONG Grain -que trabaja en apoyo a los pequeños agricultores/as y a los movimientos de transición ecosocial- manifestó en una investigación reciente que, en su conjunto, las cinco principales corporaciones productoras de carne y lácteos del mundo son hoy responsables de un mayor número de emisiones anuales de gases con efecto de invernadero que petroleras como Exxon, Shell o BP. Sus estudios concluyeron que, incluso, “las 20 compañías de cárnicos y lácteos más grandes, juntas, emiten más gases con efecto de invernadero que Alemania, Canadá, Australia, Reino Unido o Francia”.

Consumo de agua y ocupación de tierra

Aunque los datos concretos de la incidencia de la industria cárnica en el cambio climático oscilan según la investigación y los expertos, sí existe cierto consenso respecto a una premisa: el modelo alimentario imperante de las economías industrializadas -ganadería intensiva y con proyección de venta industrial- no es sostenible, tampoco desde el punto de vista del uso de los recursos.

El World Watch Insitute establece que la ganadería ocupa más del 30% de la superficie de tierra del planeta, mientras que la producción de alimento para el ganado se ha hecho con el 70% de los terrenos agrícolas (la FAO eleva esa cifra al 80%).

En paralelo, la producción de pienso representa el 20% del consumo mundial de agua, según esta institución; un derroche que viene acompañado por la contaminación de las fuentes de agua dulce debido, entre otras causas, a las excreciones de los animales.

La carne, en comparación con otros alimentos

Para hacer una comparación con el resto de alimentos, un estudio de Water Footprint concluyó en 2010 que, mientras las frutas y verduras precisaron ese año unos 962 y 322 litros de agua por kilogramo producido -respectivamente-, los productos derivados de animales acarrearon un coste hídrico mucho mayor: la crianza de pollo, cerdo y ovejas/cabras necesitó entre 4.325 litros/kg (el caso del pollo) y 8.7631 litros/kg (ovejas y cabras), mientras que la cantidad de agua que bebió la producción de carne de vaca ascendió a la cifra astronómica de 15.415 litros/kg.

Con estos datos sobre la mesa (de comer, en este caso), lejos de reducirse el peso de la industria cárnica, éste va en aumento. En 2016, se generaron en el mundo 317 millones de toneladas métricas de carne y se espera que la cifra aumente en las próximas décadas si continúa la tendencia de consumo actual.