Waste to energy: La última solución que cierra el ciclo antes del vertedero
02/10/2019

En los últimos años, algunos problemas ambientales como la contaminación de los océanos por plásticos, así como la degradación de los entornos naturales terrestres, también dañados por la “basuraleza”, han resaltado la importancia de gestionar correctamente nuestros residuos, que deberán reducirse considerablemente si queremos mitigar el cambio climático y conservar la salud de los ecosistemas. De aquí aparece el término Waste to energy.

Lo cierto es que cada vez hay más interés por el periplo que realizan los artículos que usamos, una vez son desechados. ¿Qué ocurre una vez me he desprendido de un electrodoméstico? ¿A dónde van mis envases después de tirarlos al contenedor amarillo? ¿Qué se hace con el cubo resto? ¿El contenido se aprovecha de alguna forma para “cerrar el círculo” o va directo al vertedero? La respuesta a cada una de estas preguntas es hoy muy diferente a la que se daría hace unas décadas.

Estamos en un escenario de transición a una economía más verde, neutra o baja en carbono y circular. Así lo establecen las metas recogidas en la Agenda 2030 de Naciones Unidas, cuyo doceavo objetivo de desarrollo sostenible se centra en un consumo y producción sostenible, lo que implica una adecuada gestión de los residuos. Para lograr este objetivo, la Unión Europea decidió endurecer las normas comunitarias que afectan a la gestión de los residuos mediante un paquete de economía circular (que abarca varias directivas) encaminado a proteger la salud de las personas y de los ecosistemas.

Una nueva forma de gestionar los residuos

Decisiones políticas como esta ponen de manifiesto el rápido cambio que estamos experimentando en la forma de concebir la gestión de los residuos. Ya se ha dicho muchas veces: las famosas tres erres ya no son sólo tres. Ahora hay cinco niveles de tratamiento de gestión de residuos, y el primero consiste en la prevención, donde son fundamentales tanto el fomento del ecodiseño como el consumo consciente (el consumidor reflexiona sobre los materiales que componen el producto que se dispone a comprar), el uso responsable de los productos que finalmente empleamos y otras acciones de preparación de los objetos para su posterior reutilización (upcycling, por ejemplo).

A este nivel le sigue la reutilización y el reciclado. Reciclar es una acción básica si queremos avanzar hacia un planeta limpio. Consiste en dar una nueva vida a los residuos, rebajando la necesidad de extraer más recursos (pues se aprovechan los ya existentes) y evitando el vertido de desechos sobre entornos naturales. Así se evita también la contaminación y emisión de gases de efecto invernadero asociadas al vertido.  En España, gracias a la colaboración de los casi 47 millones de ciudadanos, los 8.131 ayuntamientos y más de 12.400 empresas, en 2018 se consiguió reciclar el 78,8% de los envases, según nuestros datos en Ecoembes.

Pero hay todavía más niveles de tratamiento y formas de sacar todo el potencial de los residuos, convirtiéndolos en valiosos recursos. Una de ellas es la valorización energética o Waste to Energy (WtE). Ésta es la conversión de aquellos residuos que no pueden ser reciclados en energía, ya sea en forma de electricidad, vapor o agua caliente para uso doméstico o industrial.

La ONU reconoce la importancia de las plantas de valorización energética

La ONU ha reconocido recientemente la importancia de las plantas de valorización energética a nivel mundial, como parte de la solución para atajar el cambio climático. Lo ha hecho a través de un informe, en que el Centro Internacional de Tecnología Ambiental de la ONU ha analizado la valorización energética de los residuos domiciliarios a nivel global. Algunas de las evidencias que han averiguado demuestran que “el aire emitido por ciertas chimeneas de conversión de desechos en energía puede ser más limpio que el aire que ingresa” y señalan “que los beneficios climáticos de la conversión de residuos en energía van más allá de los de las energías renovables”. Y es que el gran potencial de la valorización energética viene dado por su capacidad de reducir el volumen de desechos que terminan su ciclo de vida en vertederos convencionales en hasta un 90%. Además, han destacado cómo en las regiones más avanzadas del mundo se tratan con esta tecnología entre el 25% y el 30% de los residuos.

España, si quiere cumplir con la nueva normativa europea, deberá reducir notablemente la fracción de sus residuos que destina a vertederos. Aquí, las cifras  de residuos que llegan a valorización energética es del 12%, aunque en otros países desarrollados el mínimo está en 25%, según destacan desde Aversu, la agrupación de empresas que se dedican a este tipo de valorización de residuos.

La actividad de estas compañías se basa en aprovechar el valor energético de los residuos y, a partir de su quema o biometanización, producir electricidad, calor o combustible. De esta forma se reduce el impacto de los residuos, muy nocivo para el medio ambiente si no son gestionados correctamente. En 2017 las plantas españolas ya trataron 2.566.647 toneladas de residuos no reciclables, con lo que produjeron 1.997.198 MWh de energía, suficiente para abastecer a aproximadamente 500.000 viviendas. Si estos residuos no hubieran sido tratados, hubieran terminado en un vertedero.

Aunque la gran apuesta en Europa es el reciclaje (además de la prevención y la reducción del consumo) la tecnología WtE también va a más. Sólo en España habrá operativas 200 plantas de WtE entre 2020 y 2023, instalaciones que en la actualidad se encuentran en fase de construcción.