¿Sobrepasa Europa los límites planetarios?
11/05/2020

A menudo hablamos de la necesidad de no rebasar los “límites planetarios”, de establecer una economía que sea respetuosa con el entorno y no derroche ni sobre-explote los recursos naturales disponibles. A nivel global, no obstante, el hecho de que esta precaución no se tomará a tiempo ha derivado en que el mundo ya haya excedido algunos de esos límites. Lo refleja el Earth Overshoot Day”, el día en que la Tierra ya habría agotado su presupuesto biosférico anual y que cada año se produce más pronto. A partir de esa fecha, la humanidad entra en deuda con el planeta que la acoge, con su propia casa.

¿Qué son los límites planetarios?

Sin embargo, es difícil precisar este concepto de límite, cuantificar en qué medida se han sobrepasado y determinar a quién corresponden esos “números rojos” ecológicos.  Un nuevo informe de la Agencia Europea del Medio Ambiente (AEMA) ha sido capaz de medir hasta qué punto la huella ecológica de Europa sobrepasa esos límites del sistema planetario más allá del cambio climático, el gran desafío ecológico de estos tiempos que se encuentra muy interrelacionado con el resto de barreras. En concreto, se habla de 9 barreras que no se deberían cruzar si se quiere mantener la salud de los sistemas ecológicos:

El documento de la AEMA Europes environmental footprints exceed several safe limits se centra en tres límites que el modo de vida europeo ha empujado hasta niveles muy peligrosos: los flujos biogeoquímicos, la integridad biosférica (sólo cuantificada en el caso de Suiza) y el cambio en el sistema terrestre.

Para entender la parte que corresponde a Europa del rebase de estos límites planetarios se tuvieron en cuenta las “asignaciones” referidas a las necesidades humanas, la igualdad y el derecho de éstos a desarrollarse, y también los principios atribuidos a los países como el de soberanía y capacidad.

Ciclos de nitrógeno y de fósforo

“Las actividades humanas influyen profundamente en el ciclo del nitrógeno al convertir más N2 en formas de nitrógeno reactivo que todos los procesos terrestres de la Tierra combinados. Esto es principalmente a través de la fijación del N2 atmosférico al amoníaco para fertilizantes, pero también a través del cultivo de leguminosas, la combustión de combustibles fósiles, y la quema de biomasa”, reza el informe. Una de las consecuencias que acarrea desestabilizar los ciclos de nitrógeno es, por ejemplo, la eutrofización en entornos marinos, acuáticos y terrestres, y puede ocasionar cambios no lineales en estos ecosistemas.

En cuanto al fósforo, los especialistas de la AEMA explican que “el fósforo es un mineral fósil finito, extraído para su uso en fertilizantes”. Así, la adición de fósforo a las cuencas hidrográficas regionales se produce casi en su totalidad a través de los fertilizantes. “El límite original a nivel mundial se basó en las condiciones oceánicas para reflejar el riesgo de que un acontecimiento anóxico (falta de oxígeno) oceánico mundial desencadenara una extinción masiva de la vida marina, mientras que el límite adicional del fósforo a nivel regional está diseñado para evitar la eutrofización generalizada de los sistemas de agua dulce”, señala el estudio.

Cambios en los sistemas terrestres

La alteración de la cubierta terrestre que ha favorecido la expansión e intensificación de la agricultura tiene un efecto global que amenaza con socavar el bienestar humano y la sostenibilidad a largo plazo.

Aunque el informe también contempla el cambio de sistemas terrestres propulsado por la urbanización, para el caso de Europa las tierras de cultivo son las que más han contribuido (en un 88,7%) a engrosar la huella ecológica terrestre. En 2011, esta huella ascendió a una superficie anual de 2,5 millones de km2 de tierra “antropizada”, lo que equivale a 4.150 m2 per capita. En comparación, la huella terrestre mundial anual en 2011 fue de alrededor de 17 millones de km2 (2.413 m2 per capita).

Agua dulce

Más allá de estas barreras planetarias, hay un último punto que contrastan los especialistas de la AEMA: la huella hídrica. ¿En qué medida hemos sobrepasado el límite de agua disponible? La buena noticia es que todavía no lo hemos alcanzado. La mala, que nada nos exime de hacerlo en un futuro planeta más cálido, más poblado y más urbanizado.

Entre los años 1995 y 2011, el consumo mundial anual de agua dulce aumentó en un tercio (32,1%), mientras que, durante ese tiempo, el consumo anual de agua en Europa se incrementó en un 25,3 % (en 2011, fue un 4,4% más bajo que su pico en 2008). A lo largo de ese periodo, Europa fue responsable de entre un 7,9% y un 9,5% del consumo total de agua dulce en el mundo.

Aunque los datos no son negativos, la AEMA incide en que “esto no excluye un posible consumo excesivo local de agua dulce a nivel de cuenca y los problemas de escasez de agua en Europa meridional”.

Referencias:

A safe operating space for humanity