Si en un anterior post hablamos sobre siete problemas que comprometen el bienestar actual y futuro de las personas y resto de especies que habitan la Tierra, en este traemos un enfoque más positivo. Porque no, no todo está perdido. Hay soluciones que ya se están planteando y poniendo en práctica a nivel micro y a nivel macro, y tanto desde la ciencia, la tecnología, la ciudadanía, la política y la economía. Desde decisiones individuales y colectivas. Personas que, al fin y al cabo que, reman en la dirección adecuada para salvaguardar la vida en el planeta. Estas son algunas de estas soluciones:
1. La energía renovable
La manera en que nos movemos no es sólo una de las causas de los problemas ambientales (cambio climático, contaminación atmosférica, etc) sino también una importante solución. Si apostamos por la movilidad en bicicleta o a pie, en vez de en coche, y en tren, en vez de en avión, lograremos reducir las emisiones de gases de efecto invernadero, causantes de la crisis climática. El transporte en Europa representa más del 30% del total de emisiones de GEI. Pero energía también es electricidad, además del combustible con el que producimos y con el cual nos calentamos. Las tecnologías renovables (eólica, solar fotovoltaica, termosolar, hidráulica, geotérmica, etc) juegan en ese sentido un papel crucial, ya que no emiten CO2 (incluso la huella de carbono indirecta —por sus materiales y fabricación— es mucho menor a la de los combustibles fósiles) y tampoco generan residuos, por lo que además son limpias.
2. Las dietas basadas en vegetales
Es sabido: una de las decisiones individuales que más puede contribuir a frenar los peores efectos de la crisis climática es la relación entre la ganadería y el cambio climático, es decir , consumir menos carne. La huella climática de la producción de carne se debe no tanto a las flatulencias de las vacas sino en mucha mayor medida por el acaparamiento de tierras para cultivo de soja y maíz (como pienso para alimentar al ganado) y la deforestación que eso conlleva. Un estudio del World Resources Institute calculó en 2019 que garantizar la alimentación para 10.000 millones de personas y, al mismo tiempo, combatir la crisis climática exige drásticos recortes del consumo de carne —sobre todo, de buey, vaca, oveja y cabra— para el año 2050.
3. La economía circular
Reintroducir en el ciclo productivo lo que consideramos residuo, ralentizar los procesos de consumo y evitar la obsolescencia programada alargando el tiempo de vida de los productos. Son algunas de las claves para maximizar el aprovechamiento de los recursos que empleamos para satisfacer nuestras necesidades. La economía circular incluye el ecodiseño —que adopta una conciencia ecológica desde la misma concepción del producto—, la reducción, la reutilización y el reciclaje como algunas de las fórmulas para ahorrar la extracción de nuevas materias primas y evitar así contaminar el planeta. Por ejemplo, cuantos más plásticos evitemos usar y cuanto más reciclemos (de los que nos resulta inevitable consumir), más limpios mantendremos los océanos, hoy contaminados con basuras marinas que amenazan toda la cadena trófica.
4. La reforestación y los corredores verdes
Volver a plantar y convivir en armonía con la naturaleza. En esto consiste reverdecer el territorio —sea rural o urbano—: en reforestar para recuperar el hábitat degradado por la actividad humana y favorecer el buen funcionamiento de los ecosistemas. Los árboles no son sólo una pieza central de la biodiversidad —con sus copas, su corteza y su sombra cobijan a cientas de especies—, sino que tienen además una función estratégica como solución a la crisis climática, puesto que absorben y retienen el carbono. Los corredores verdes, por su parte, sirven para conectar áreas naturales que comparten características ecológicas. A veces es un mismo hábitat que se ha fragmentado, normalmente a causa de carreteras y otros elementos de la acción humana, donde se han de establecer las conexiones para favorecer el tránsito natural de las especies que dependen de ese entorno.
5. Agricultura de secano
España es uno de los países más expuestos a efectos del cambio climático como la sequía y buena parte de sus reservas hídricas (el 70%) las acapara la agricultura. Además, el modelo agrícola en tierras de secano convertidas a regadío para soportar un ritmo de producción antinatural no sólo ha sobreexplotado los acuíferos sino que también ha derivado en el vertido de fertilizantes y nutrientes a las aguas, que en el sur de España se ha traducido en eutrofización en el Mar Menor y, en consecuencia, en anoxia o falta de oxígeno. Por ello los propios agricultores de la región proponen volver al secano, para evitar catástrofes como la que ha supuesto la “muerte” de esta laguna de agua salada para su población.
6. Tecnología para absorber carbono
Aunque de momento es costoso, una de las soluciones necesarias para lograr la neutralidad climática es usar tecnología que atrape el carbono ya emitido. Y es que no basta con rebajar a cero las emisiones de CO2. Una vez se haya alcanzado esa meta habrá que extraer el acumulado en la atmósfera. Así, se han diseñado plantas que procesan el aire atmosférico con unos circuitos de recirculación y unos filtros especiales que transforman el carbono en otra sustancia. El problema es que es una tecnología que, además de cara, es muy intensiva en el uso de energía, ya que exige procesar enormes cantidades de aire puesto que el CO2 supone solo un 0,04% de la composición atmosférica gracias al cielo (de lo contrario, nos asfixiaríamos y moriríamos).
7. El consumo de proximidad y de temporada
Hacer la compra con conciencia no es tan difícil como parece. Es, en muchos casos, volver a lo de siempre, a como consumían nuestros abuelos y abuelas antes del mundo globalizado. A los productos de temporada. Tomates en verano y las espinacas en invierno. Cerezas en primavera y uvas en otoño. De esta forma se evitan las emisiones de CO2 que requiere transportarlas desde la otra punta del planeta y la huella hídrica asociada a cultivar un producto que requiere de otras condiciones meteorológicas en una temporada o un terreno que no es apropiado. Así, lo más importante para que la alimentación contribuya a conservar el bienestar del planeta es que la cesta de la compra sea de temporada y local. Ya si encima es de agricultura ecológica, libre de pesticidas o cultivada sin maquinaria (que utiliza combustible y, por tanto, contamina) —con el añadido de respetar los derechos de los trabajadores del campo con condiciones dignas y un reparto justo del beneficio entre intermediarios y agricultores—, mejor que mejor. Una opción muy útil es comprar directamente a las cooperativas de agricultores de la región a través de grupos de consumo.