Zero Waste: La visión del residuo cero para nuestro siglo XXI
18/06/2024

¿Es posible llegar al “residuo cero”? ¿Eliminar por completo la idea de residuo? Parece una meta compleja y lejana, pero hay un movimiento emergente de organizaciones, administraciones y empresas que comienza a hablar sin complejos de esta meta.  

Europa generó 2.100 millones de toneladas de residuos en 2023 (España 105.000 toneladas), una cantidad ingobernable que requiere de medidas que nos conduzcan a un nuevo paradigma. Todo el ideario del residuo cero se basa en conservar los recursos que utilizamos para la producción y el consumo a través de procesos de reutilización, recuperación y reciclaje, y protegiendo así el medio ambiente. 

Es una meta muy ambiciosa, pero esta plataforma deja claro que el concepto de desperdicio, y el hecho de que exista es, precisamente, el síntoma de que nuestro sistema social y económico no funciona bien. Al igual que la fiebre nos advierte de que estamos enfermos, el hecho de desperdiciar recursos es la señal de alarma para que comencemos a replantearnos nuevos enfoques.  

Las estrategias para minimizar los residuos son herramientas propias del XX. Pero ya estamos en el XXI. Ahora toca dejar de poner atención en la gestión de los residuos y centrarse en la conservación y el uso adecuado de los recursos.  

¿Es posible? 

La respuesta a esta pregunta todavía es incierta, pero cada vez son más las organizaciones que pugnan por ella. Y además es una visión relativamente reciente que tomó impulso y se popularizó cuando Kahtryn Kellogg escribió en 2015 el libro “101 ways to go zero waste” con consejos para reusar, reciclar y cambiar determinados hábitos de consumo. De esta iniciativa nació el movimiento Zero Waste. Sin embargo, el verdadero precursor de este movimiento fue Paul Palmer y su obra de 2005 “Getting to zero waste”.   

Las conexiones del residuo cero 

Acabar con los residuos (sobre todo con la idea de residuos) es una tarea que está vinculada a buena parte de los retos transversales que tenemos. El residuo cero, una de las aspiraciones de la economía circular, solo se entiende si está entroncado con las grandes estrategias ambientales, formando parte de ellas y posibilitando otras transformaciones de mayores dimensiones. Estos son algunos ejemplos de ello: 

Cambio climático. Es imprescindible reducir los procesos de extracción, transformación, transporte y consumo que requieren las materias primas vírgenes. Alargar la vida de los recursos reduce emisiones y el consumo energético. Desmaterialización y descarbonización van de la mano. 

Ciudades. Alcanzar el residuo cero en entornos urbanos no es nada fácil, pero conseguirlo tiene un doble valor: además de acabar con el desperdicio de recursos se consigue que las personas sean protagonistas del cambio, aumentando su compromiso ambiental gracias a sus hábitos y conductas. Ya existe una red de Municipios Residuo cero en Europa.

Empresas. Aspirar al residuo cero es optimizar recursos y por tanto ser más eficiente no solo a nivel ambiental, sino también económicamente. Para que ningún residuo termine en el vertedero, es clave la separación en origen en las propias instalaciones de la empresa. 

Estilo de vida. Ejercer le consumo responsable, reducir nuestros residuos, reutilizar en la medida de los posible y, por supuesto, separar en el hogar y facilitar un reciclaje de calidad son hábitos que cada día están más instalados entre la sociedad.