Cuando hablamos del ciclo de vida de un producto lo podemos hacer desde una visión comercial basada en la oferta y la demanda, o con una perspectiva ambiental, en cuyo caso nos referimos a su huella ecológica. Ambos enfoques están interrelacionados y apelan a los compromisos y necesidades de las empresas con las tendencias sostenibles del consumo y la protección del medio ambiente.
Qué es el ciclo de vida de un producto
Aunque a nosotros nos interesa más la huella ecológica, es importante tener muy presente el enfoque comercial. En este último caso, el ciclo tiene las fases de introducción, crecimiento, madurez y declive. Todo producto es lanzado al mercado, tiene su momento de éxito y crecimiento, para después comenzar a declinar hasta el punto de ser sustituido por otro producto mejorado. Este ciclo determina el modelo de producción, el uso de materias primas, el diseño, el éxito de las ventas, el apoyo con acciones de marketing y el tiempo que el producto estará disponible en el mercado.
La importancia de la huella ambiental
Viendo este enfoque comercial del ciclo de vida de un producto, se entiende su relación intrínseca con su ciclo de vida ambiental. Un buen producto no solo es el que se vende mucho, sino que también es el que tiene una huella de carbono baja. Gracias al aumento en la conciencia ambiental entre los consumidores, las empresas tienen cada vez más en cuenta esta dualidad.
El análisis de la huella del ciclo de vida de un producto es la herramienta metodológica para medir el impacto de ese producto en el medio ambiente e incluye numerosas consideraciones que influyen en su éxito en el mercado, la imagen que traslada a los consumidores sobre responsabilidad ambiental o la duración de su comercialización. Esta compleja combinación está expresada en el ODS 12 de producción y consumo responsable, pero también en el ODS 9 sobre industrialización sostenible y fomento de la innovación.
Ventajas de conocer el ciclo de vida
- Ecodiseño. El 80% de la huella ambiental de un producto se determina en su fase de diseño. Un buen ecodiseño permite producir bienes con menos materia prima, reduciendo el consumo de energía y agua, y minimizando sus y emisiones de C02. También es clave que el producto sea 100% reciclable.
- Uso de materiales. Cuantos menos materiales necesitemos para producir un bien de consumo menor será su huella ambiental. Además, debe tener el máximo posible de materia prima procedente del reciclaje, reduciendo así la demanda de nuevas materias primas, muchas de las cuales están ya en fase de agotamiento.
- Identificar posibles mejoras. Tener una “radiografía” completa de la huella ambiental de un producto permite detectar aquellos pasos donde mejorar el proceso como, por ejemplo, reducir la generación de residuos en la cadena de producción y las emisiones de C02 en el transporte y la distribución, o aumentar la recogida selectiva y el reciclaje de los residuos que un producto genera tras el fin de su vida útil.
- Vida útil. Hay que procurar que el tiempo de vida útil sea el máximo posible. Cuando termina su “primera vida”, los productos pueden ser reparados, reutilizados para alargar su ciclo o “canibalizados” (aprovechamiento de algunas partes).
- Responder al compromiso ciudadano. Cada vez son más las personas que se suman al consumo responsable y toman sus decisiones de compra en función del grado de implicación con el medio ambiente de las empresas. Es importante aportar toda la información posible a los consumidores sobre la huella ambiental del producto.
- Cumplimiento de la normativa. En Europa tenemos una extensa y estricta normativa ambiental. Analizar el ciclo de vida de los productos permite conocer su impacto ambiental y desarrollar planes para minimizarlo. Por ejemplo, la Ley de Cambio Climático española obliga a las empresas con más de 50 empleados o 10 millones de facturación a medir sus emisiones de alcance 1, 2 y 3 e inscribirlas en el registro nacional de huella de carbono.