La desconexión digital en una economía circular
15/02/2021

Interrumpir la vorágine de producción y consumo que en las últimas décadas ha llevado a la humanidad al borde del colapso ecológico pasa por repensar nuestra economía, lo que incluye echar el freno, prestar atención a los recursos empleados en cualquier proceso y ralentizar los ritmos de trabajo.

Saber poner un tope al horario en el ámbito laboral es también parte de este concepto de “decrecimiento” que algunos defienden como la fórmula óptima para combatir la crisis ecológica y climática que atraviesa el planeta. La idea es dejar de pensar en el glorificado “crecimiento económico” y pasar a poner en valor otros indicadores de bienestar: como la salud humana y medioambiental, el tiempo libre y las relaciones interpersonales.

Y esto, en tiempos dominados por el teletrabajo y el nomadismo laboral, requiere establecer una frontera clara entre cuándo se trabaja y cuándo no; dejar atrás la adicción al trabajo y empezar a valorar otros elementos que sólo nos demandan tiempo, como la intimidad personal y familiar, las personas que nos rodean, la vida cultural del lugar donde vivimos o la naturaleza.

Ahora más que nunca, cuando la pandemia del coronavirus ha impedido la movilidad de millones de personas en el mundo y ha forzado el teletrabajo en muchos sectores, la necesidad de garantizar el derecho a la desconexión de los dispositivos digitales se ha hecho evidente.

La desconexión digital implica que un trabajador pueda apagar su teléfono a partir de cierta hora del día —cuando termina su jornada— y no tenga que estar pendiente de posibles llamadas, correos electrónicos o mensajes por si surgiera una urgencia.  Y no preocuparse de que se resienta su relación labora.

Nada, a no ser que sea una profesión ligada a la salud o a las emergencias (cuerpo de bomberos, policía, etcétera) debería ser tan urgente como para requerir a una persona estar pendiente, en su tiempo libre, de un aparato digital. Países como India, Filipinas o algunos dentro de la Unión Europea, como Francia, Alemania, Italia, Bélgica o España, por ejemplo, incluyeron en sus legislaciones nacionales el derecho a desconectarse.

Ley para proteger el derecho a la desconexión

Recientemente, el Parlamento Europeo (PE) ha aprobado una resolución sobre el derecho a desconectarse del trabajo, con la que insta a la Comisión a trasladarlo a la legislación europea, a través de una directiva.

Con ello el PE busca que se establezca una normativa que proteja de manera efectiva este derecho a desconectase del trabajador, sobre todo en un momento en que es común comunicarse con el equipo laboral mediante los dispositivos personales y, por tanto, acabar la jornada laboral no resulta tan fácil como apagar el teléfono.

Así, la propuesta que la Eurocámara ha hecho a la comisión se basa en tres ejes:

  1. Que no sólo defienda este derecho a la desconexión sino que incluso promueva la abstención de peticiones o acercamientos por parte del empleador, fuera del horario laboral de su empleado
  2. Que admita excepciones muy puntuales y particulares
  3. Que la protección no sea meramente declarativa sino que esté orientada a resultados reales en la cultura de trabajo en la Unión Europea (UE)

Según los datos que maneja la UE, el 37% de sus trabajadores empezaron a teletrabajar durante el confinamiento. Las cifras también indican que el 27% de los empleados que trabajan desde casa lo hacen también fuera de su horario de trabajo. “Aunque el teletrabajo ha salvado puestos de trabajo y ha permitido a muchas empresas sobrevivir a la crisis de la corona, también ha difuminado la distinción entre la vida laboral y la privada. Muchas personas se ven obligadas a trabajar fuera de su horario habitual, lo que empeora su equilibrio entre vida laboral y privada”, establece el Parlamento.

En tanto que Europa avanza hacia una economía circular —aquella que aprovecha al máximo los recursos y los vuelve a introducir en el ciclo productivo después de haber sido ya usados—, una cultura empresarial apropiada para este contexto es una que tenga en cuenta a sus empleados como recurso y sepa llevar su potencial al máximo, lo que requiere cuidar sus horarios y respetar su tiempo libre. Los riesgos de no hacerlo incluyen el desgaste del personal o el “síndrome burnout”, reconocido por la Organización Mundial de la Salud (OMS) como enfermedad, tras la ratificación de la revisión número 11 de la Clasificación Estadística Internacional de Enfermedades y Problemas de Salud Conexos (CIE-11), que entra en vigor en enero de 2022.