Con un nulo impacto mediático en Europa, la economía circular ha dado un importante paso geopolítico al otro lado del Atlántico. Se trata del nacimiento, el pasado mes de febrero, de la Coalición para la economía circular de América Latina y el Caribe que tuvo lugar en el marco de la reunión periódica de ministros de medio ambiente de la región celebrada en Bridgetown, la capital de Barbados.
De entrada, la importancia de esta coalición se basa en el peso demográfico del área que cubre y también al hecho que debe su origen al impulso del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA).
Para el PNUMA el objetivo de la Coalición para la economía circular de América Latina y el Caribe está directamente vinculado al compromiso de la región con la implementación de los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la Agenda 2030, con especial énfasis en el ODS 12: Consumo y producción sostenibles, a través de la promoción de la innovación, la infraestructura sostenible y una economía inclusiva y circular.
Con motivo de su puesta en marcha, Leo Heileman, director regional del PNUMA en América Latina y el Caribe, recordó que “los patrones de producción y consumo insostenibles son la causa fundamental de las tres crisis planetarias que enfrentamos hoy: el cambio climático, la contaminación y la pérdida de biodiversidad” Y añadió que “ahora tenemos una oportunidad única de repensar nuestra economía lineal y remodelar nuestros patrones de producción y consumo insostenibles”.
La oportunidad es la pandemia
Leo Heileman se refería sin mencionarlo directamente a la oportunidad de la pandemia. Y este es otro elemento destacable. La Unión Europea centra su recuperación económica para después del Covid en el medio ambiente como pilar principal. Canadá está optando por una estrategia similar. Y la nueva presidencia de Estados Unidos también.
Que ahora el resto del continente americano haya adoptado una línea de trabajo conjunta para la economía circular está en sintonía con la idea de la gran oportunidad pospandemia y de una reactivación económica que no sea business as usual.
En este sentido, la Coalición para la economía circular de América Latina y el Caribe apoyará a los gobiernos, pero también al sector privado y en particular a las pequeñas y medianas empresas para que puedan a acceder a una financiación adecuada, con el fin de promover la movilización de recursos para la innovación y la implementación de proyectos relacionados con la circularidad.
La Coalición para la economía circular de América Latina y el Caribe ha definido además una serie de áreas de trabajo prioritarias para su primer año de funcionamiento: plásticos, ciudades y construcción, electrónica, alimentación y agricultura, simbiosis industrial y turismo.
El modo de impulsar esta agenda será a través del diálogo e intercambio de ideas entre los países, la elaboración de directrices políticas, el impulso de la investigación científica y la asistencia técnica para la implementación
La Coalición está liderada por un comité directivo compuesto por cuatro representantes gubernamentales de alto nivel de forma rotatoria, comenzando por Colombia, Costa Rica, República Dominicana y Perú para el periodo 2021 – 2022.
Este comité directivo está asesorado por ocho organizaciones internacionales denominadas socios estratégicos que son de carácter permanente: el Centro y Red de Tecnología del Clima (CTCN), la Fundación Ellen MacArthur, el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), la Fundación Konrad Adenauer (KAS), la Plataforma para Acelerar la Economía Circular (PACE), la Organización de las Naciones Unidas para el Desarrollo Industrial (ONUDI), el Foro Económico Mundial (WEF) y el mismo PNUMA.
Nada es casual
El nacimiento de esta coalición es un factor que no responde al azar. El instituto de estudios internacionales de carácter estratégico basado en Londres, Chatham House, publicó a finales de 2020 un documento titulado La economía circular en América Latina y el Caribe en el que se destaca que “los países de la región, o bien han aplicado, o bien están planificando nuevas políticas, iniciativas públicas y hojas de ruta vinculadas a la economía circular”.
Es un reconocimiento a toda una tarea hecho que debe culminar, según recomienda el documento, “en relaciones de cooperación y alianzas transformadoras entre los países”.
Este estudio remarca también la idea de las secuelas de la crisis originada por la pandemia como “una oportunidad única para la transición verde y la transición justa hasta la economía circular”.
Asimismo contempla la posibilidad de que América Latina y el Caribe “puedan ser líderes de una bioeconomía circular sostenible”. Para ello hay que superar la fase de simple exportación de recursos a economías más desarrolladas y apostar por generar valor añadido en el propio territorio.