La SNCF (la RENFE francesa) ha sido pionera en muchos ámbitos. Sin ir más lejos en la alta velocidad en la Unión Europea, cuando en 1981 puso en marcha el servicio de TGV entre Lyon y París. Pero también en adoptar una estrategia muy completa para reducir el impacto ambiental de sus ferrocarriles. Y, en este terreno, destaca su apuesta por la circularidad y los trenes sostenibles . Esta estrategia se está implementando muy rápidamente y hoy en día, en el caso del TGV, el 90% de los trenes ya es reciclable.
Se cumplen 40 años de la alta velocidad y lo que en su día fueron trenes ultramodernos ya han superado el extremo de su vida útil. Las primeras retiradas de convoyes comenzaron en 2012 y siguieron hasta 2019. Sería un ejemplo de aprovechamiento máximo. Lo más habitual es que la obsolescencia llegue antes, si bien existen numerosas variaciones en este sentido en función de los modelos y de los criterios que se siguen en diferentes países.
El recambio generacional en los trenes ha propiciado sin duda que la SNCF promueva la circularidad y la movilidad sostenible en las líneas de alta velocidad, tanto respecto a las viejas unidades, como en las nuevas, empezando por incorporar a los diseños los costes de toda la vida útil y eligiendo los materiales más adecuados.
Otros elementos clave de esta estrategia pasan por mantener un contacto vivo con organizaciones ambientales y con industrias de recuperación de materiales y por añadir valor al negocio mediante la venta de residuos con la consiguiente creación de empleo verde y el impulso de las economías locales.
No solo los trenes sostenibles, también raíles, uniformes, acero..
Cada año la SNCF retira una cantidad notable de viejos rieles de acero, traviesas y otros desechos que se generan con el mantenimiento de las infraestructuras. En 2017 y 2018 los ingresos procedentes de la recuperación de materiales aumentaron un 20%. Este video ilustra a la perfección cómo se desarrollan todos estos procesos con las millones de toneladas de residuos generados.
Su estrategia de economía circular cubre también elementos como ropa de trabajo y equipos electrónicos y eléctricos, e incluso llega al negocio inmobiliario y de servicios de todo el grupo.
La ropa de trabajo, por ejemplo, presentaba un verdadero desafío al final de su vida útil. Las prendas retiradas cada año por la compañía se contaban por miles de toneladas, y hasta hace poco solo se contemplaba su eliminación a través de dos opciones: incineración y vertedero.
La SNCF afrontó este problema estableciendo una alianza con Orée, una organización ambiental sin ánimo de lucro, para desarrollar una iniciativa de reciclaje de uniformes y ropas profesionales llamada FRIVEP. En ella no solo participa la SNCF, sino también diversas instituciones estatales, como ministerios, la alcaldía de París y el servicio nacional de correos.
La economía circular llega al ferrocarril
La SNCF, como se apuntaba al principio, ya posee un sólido programa ambiental con pilares fundamentales como la reducción de las emisiones de dióxido de carbono y el impulso de la transición energética y de las energías renovables, con el objetivo de luchar contra el cambio climático. Este mes de abril se ha anunciado que la compañía ha encargado 12 trenes propulsados por hidrógeno que circularán a partir de 2023 en diversos servicios regionales.
Aparte del valor intrínseco de estos avances en la circularidad –y ambientales en general– en los ferrocarriles franceses, existe un claro valor de proyección e incluso de generación de modelos de trenes sostenibles. Todos los sistemas ferroviarios tienen que renovarse constantemente. Los más avanzados para mantener un estándar de servicio y los no tanto precisamente para ponerse al día.
Si se tiene en cuenta que en el mundo hay más de 360.000 km de líneas férreas y un número igualmente elevadísimo de máquinas y vagones, destinados tanto al transporte de mercancías como de personas, el impacto de la aplicación de los criterios de circularidad en este ámbito sería colosal. Además ahora existe un modelo para imitar.
Por otra parte, el ferrocarril se sitúa en un contexto muy favorable para convertirse en referencia en el sector del transporte. En cierto modo ya lo es en el mundo del transporte, si hablamos de emisiones de gases. Según datos de la misma SNCF, en un trayecto de Nantes a Lyon (un poco más de 500 km) el avión genera 75,7 kg de CO2 por pasajero, el automóvil 63,6 y el tren tan solo 1,4.