Al hilo del upcycling…
23/06/2021

Lo ha dicho la revista Vogue y por tanto será verdad, en la medida que esta publicación crea tendencia: Upcycling is the biggest trend in fashion right now. Concretamente, para la primavera/verano de 2021 Balenciaga propone una pieza donde la piel está hecha de cordones de zapatos. Y no es el único: otras marcas y creadores se están apuntando a este carro. 

Hace en años que en Barcelona, Berlín y otras ciudades europeas con gran tradición de upcycling artístico, proliferan las tiendas con ropa, bolsos y otros enseres que delatan sin disimulo su procedencia de algún objeto anterior.  

La novedad que Vogue subraya es que, por primera vez, las marcas de lujo más importantes entran en este negocio. Si bien el uso de material reciclado en piezas de cierta categoría existía, los mismos fabricantes renunciaban a mencionarlo. Probablemente por una antítesis de conceptos. El lujo y su connotación de valor elevado, no podía convivir con la banalidad del reciclaje. 

Siempre según Vogue, lo que estaría detrás de esta tendencia no es una repentina toma de conciencia de los responsables de la alta costura o del prêt-à-porter de alta gama. Es algo que tiene que ver curiosamente con lo banal: la falta de materiales y el exceso de stocks.  

En efecto, la pandemia ha dificultado el encargo de nuevos tejidos y simultáneamente ha dejado a las firmas especializadas en lujo con millones y millones de dólares de prendas sin vender. Esto es lo que verdaderamente habría movido a los responsables de estas compañías a repensar su propia filosofía. 

Hace un tiempo, la práctica habitual era quemar o tirar la ropa no vendida, pero en enero de 2020 Francia prohibió a las compañías destruir los items no vendidos, sentando así un precedente legal que podría extenderse en el futuro a otros países 

Valor y precio

Es difícil interpretar qué mecanismos psicológicos operan en la atribución de valor en el campo del lujo, pero lo cierto es que es un terreno donde reina una cierta arbitrariedad. Se podría pensar que el valor (y el precio que de él se deriva) está asociado a tejidos exquisitos o metales nobles. Y es así en buena parte. Sin embargo, una pieza de algodón que lleve el sello de una marca muy prestigiosa puede multiplicar su precio de forma sorprendente respecto a una pieza hecha del mismo material cuya marca es secundaria.  

La idea del valor estético como algo objetivo se ha visto sometida a duras pruebas durante los últimos 100 años. Cuando en 1917 Marcel Duchamp decidió exhibir como pieza artística una taza de water (La fuente) hizo saltar por los aires las convenciones estéticas de Occidente. Nacían así  las vanguardias con diversos mensajes implícitos y uno de ellos es que los ingredientes de la belleza, heredados de siglos anteriores, ya no valían para el siglo XX.  

Otro artista más moderno, Jeff Koons, ha llevado al extremo la provocación en este terreno. Un conejo de acero inoxidable fue vendido en su día en subasta por más de 90 millones de dólares. Este caso hace reflexionar sobre los límites de la sobrevaloración algo que afecta directamente al sector del lujo. 

Contrariamente a lo que se dijo en su día acerca de Duchamp, él no atacaba el arte. Al contrario, estaba diciendo que cualquier cosa podría ser arte. Por ejemplo, un objet trouvé como una taza de wáter. En el fondo Duchamp llevó a cabo una forma primitiva de upcycling, sin quizás ser demasiado consciente de ello. Lo que sí que recibió un ataque fue su taza de wáter (La fuente). En 2006 un artista nonagenario arremetió furiosamente contra ella con un martillo en el Centro Pompidou.  Tantos años después…  

Todo hace pensar que si  la alta moda persiste en ennoblecer la banalidad recibirá más aplausos que agresiones.