Ocultas por capas de pesimismo, miedo y tensiones geopolíticas que los medios nos regalan a diario, a menudo pasan desapercibidas ciertas informaciones que nos recuerdan que Europa sigue siendo un espacio de progreso. Se podrían buscar muchos ejemplos en este sentido, pero fijemos nuestra atención en uno solo.
La Unión Europea apuesta por el derecho a reparar. Este es el titular. Para traducirlo a lo concreto, esto significa que este año han entrado en vigor una serie de requisitos técnicos de ecodiseño que, junto a la resolución que fue aprobada por el Parlamento Europeo en noviembre de 2020, marcan la línea para alargar la vida útil de ciertos productos y luchar contra la obsolescencia programada desde el marco legal. Es un inicio prometedor.
Hoy ya existe la obligación para las empresas fabricantes de facilitar que los electrodomésticos puedan ser reparados durante, al menos, 10 años desde la fecha de compra, así como incluir un manual de reparación en cada unidad nueva. La normativa cubre aparatos de consumo masivo como frigoríficos, lavadoras, secadoras, lavavajillas y fuentes de luz.
Los fabricantes también deben asegurar que los electrodomésticos sean “accesibles a la reparación” ya que algunos de estos productos se han venido caracterizando por tener carcasas herméticas, que hacen imposible el acceso a su interior, o remaches que precisan de herramientas muy específicas.
Disponibilidad de las piezas
Otro aspecto no menor en este campo es la disponibilidad de piezas de recambio, ya que la falta de un pequeño engranaje puede hacer inviable una reparación y, de este modo, terminar abruptamente la vida de un aparato que podría seguir dando servicio durante años.
Por esta razón la nueva normativa señala que los fabricantes deberán asegurarse de que siga habiendo piezas de recambio disponibles durante un tiempo, aunque solo para reparadores profesionales. Este ha sido un punto muy criticado ya que implica que la mayoría de los repuestos no sean accesibles para los usuarios, lo que supone un nuevo obstáculo para la reparación.
Resumiendo, todo el avance dado hasta ahora en la legislación europea es positivo, pero dista de ser definitivo, queda mucho por recorrer.
Hay margen de mejora, por tanto, en la propia Unión Europea, pero también en sus estados miembros. Y algunos ya han tomado buena nota, como es el caso de Francia. Desde el pasado mes de enero, muchos productos electrónicos a la venta en ese país (por el momento lavadoras, portátiles, smartphones, televisores y cortadoras de césped) tienen que indicar, con un código de color y número que va del 1 al 10, las facilidades que ofrecen de cara a su reparación.
Es la consecuencia de la entrada en vigor del denominado índice de reparabilidad de productos, el primero del mundo que muestra lo complicado o sencillo que es arreglar un producto.
Reparación: mayoría absolutísima
Según una encuesta del Eurobarómetro, el 77 % de los ciudadanos de la UE preferiría arreglar sus dispositivos en vez de sustituirlos por otros y el 79 % considera que debería exigirse legalmente a los fabricantes que faciliten la reparación de los dispositivos digitales o la sustitución de sus componentes.
Es importante recordar que los residuos de aparatos eléctricos y electrónicos representan el flujo de residuos de la Unión Europea con un mayor crecimiento y el reciclaje de estos aparatos no llega al 40%. El país donde más se reciclan es Croacia, con más de un 81%. El país en que menos es Malta, con un 21%. España se sitúa en una posición intermedia , con un 41%, según datos de Eurostat.