La bioconstrucción es un concepto de significado amplio que genéricamente podría resumirse como “un tipo de construcción desarrollada de acuerdo con la naturaleza”. Si bien tendríamos con ello una primera aproximación, también es cierto que esto no nos dice demasiado. A continuación, en este artículo hablaremos de la fusión entre los materiales de bioconstrucción y la circularidad, una unión más que esperada.
Para dotar de sentido a esta frase hay que concretar algunos elementos fundamentales. Uno de ellos es el uso de materiales de bioconstrucción. Para que sea una construcción sostenible, la bioconstrucción estos deben ser materiales naturales (tierra, madera, fibras vegetales, paja, lana, etc) si es posible procedentes del entorno cercano y deben estar sometidos a un análisis de ciclo de vida y no dañar los recursos naturales.
Otro elemento fundamental es la sostenibilidad: el proceso de edificación en la bioconstrucción debe minimizar el impacto en el entorno, tanto en elementos contaminantes como en emisiones de CO2 y otros gases de efecto invernadero. La bioconstrucción también se relaciona con proyectos colaborativos donde los aspectos sociales predominan por encima de los actuales modelos económicos comerciales.
Y, finalmente, pero no menos importante, se halla la cuestión de la salud. Los edificios desarrollados bajo este concepto deben ser mucho más habitables y sanos, tanto en el exterior como en la calidad el aire interior, que los realizados en el marco de la arquitectura convencional.
Hasta aquí las que podríamos denominar las pinceladas de trazo grueso. Pero todavía se puede afinar más en la complejidad vinculada al término que estamos describiendo con la lectura de las denominadas 25 pautas de la bioconstrucción. En este enlace se puede ver su última puesta al día revisada en 2018 en el congreso del IBN, acrónimo de Institut für Baubiologie + Nachhaltigkeit, organismo de referencia mundial en bioconstrucción y que desde 2009 respalda una institución equivalente en España el Instituto Español de Baubiologie, muy activa en el campo de la divulgación y la formación.
La bioconstucción y arquitectura circular son aliados naturales y absolutamente complementarios. Y esto se ha puesto de relieve en múltiples ocasiones. Sin ir más lejos el año pasado la Generalitat Valenciana, a través de su conselleria de Vivienda y Arquitectura Bioclimática, llevó a cabo un diagnóstico sobre bioconstrucción en la comunidad. Durante su presentación La directora general de Innovación Ecológica en la Construcción, Nuria Matarredona, explicó que los datos recopilados en el diagnóstico permitirían diseñar estrategias para incentivar esta nueva forma de abordar la edificabilidad en el que se potencie la circularidad en la arquitectura, el uso de materiales de bioconstrucción, de recursos y el bienestar en el entorno construido.
Como ocurre en numerosos ámbitos de la actividad humana, la arquitectura de antes de la revolución industrial era una construcción ecológica, bio y sostenible avant la lettre. Pero a partir del siglo XIX y sobre todo en el XX la pujanza de una economía lineal basada en los combustibles fósiles apartó la actividad constructiva del foco ambiental que tradicionalmente había mantenido por necesidad y por sentido común. Algo que, desde finales del siglo XX, se está corrigiendo paulatinamente pero sin llegar todavía a un cambio radical en el sector de la construcción.
Bioconstrucción en España
Pero los parámetros estratégicos sí que están cambiando y el documento España Circular 2030 se refiere de forma explícita en las páginas 30 y 31 a la necesidad de una gestión adecuada de los residuos de la construcción y la demolición, y en la necesidad de mejorar su valorización. No hay duda que la progresiva introducción de la bioconstrucción en el sector solo puede redundar en el avance de la economía circular en el mismo.
Siguiendo con la visión estratégica, España posee uno de los mayores parques edificados de Europa con 10 millones de inmuebles residenciales y más de la mitad del parque de viviendas es anterior a 1980. En concurrencia con estos datos, cabe señalar que, según las últimas estadísticas oficiales, más de 3 millones de viviendas están vacías.
Si a todo ello le añadimos una tasa del crecimiento de población del 0,5%, podemos deducir que en los próximos años no hará falta construir tanto y que la rehabilitación adquirirá un papel central. En este escenario es donde se puede llegar a realizar una simbiosis entre bioconstrucción y circularidad. Porque, por una parte, crecerá la demanda de entornos habitables más saludables y, por otra, la necesidad de reutilizar los materiales, cada vez más escasos y sujetos a disrupciones de suministro como la que estamos viviendo ahora.