Estamos viviendo en una época donde, debido a su omnipresencia, los datos son ensalzados y criticados al mismo tiempo. Por un lado, ha tenido un considerable recorrido la frase “los datos son el petróleo del siglo XXI”, cuyo contenido de fondo es evidente: al igual que el petróleo movió la economía del siglo XX, los datos harán lo mismo con la del siglo XXI. Por otro, han surgido reflexiones que perciben claroscuros en la denominada sociedad de los datos, y rebajan el entusiasmo acerca de sus posibilidades.
Como siempre sucede en estos casos, lo mejor es ponderar determinadas afirmaciones. Cabe esperar que la sociedad de los datos causen menos daño que la combustión de millones y millones de barriles de petróleo a lo largo de las décadas y también cabe esperar que los datos no mermen las libertades individuales y colectivas y que, tratados de forma ética e inteligente, nos ayuden a resolver o minimizar problemas importantes.
El mundo de los residuos es un buen ejemplo de que los datos pueden ser aliados de primera para conseguir un nivel de progreso tangible. No es exagerado afirmar que gestionar bien los residuos redunda en una sociedad mejor.
Información relevante
Así lo hizo en su momento The Circular Lab con el desarrollo de SmartWaste, una aplicación para la gestión de los envases de plástico. Su objetivo es avanzar en la implantación de un modelo de recogida de datos capaz de ampliar el conocimiento en torno al impacto de la gestión de residuos con una visión integral. Para ello, se pretende que todos los agentes involucrados en la recogida y selección de residuos tengan la información más relevante para ellos y la toma de decisiones.
SmartWaste es una innovadora plataforma tecnológica de gestión inteligente de información para hacer más eficientes los procesos de recogida, selección y reciclado de envases. En cada una de estas fases los datos son la clave y se utiliza un abanico de tecnologías: sensores, geolocalización, sistemas de visión e inteligencia artificial, robotización y automatización de procesos, etc.
Las ventajas de aplicar este tipo de opciones tecnológicas a la gestión de los residuos en general son evidentes: los sensores pueden ofrecer datos en tiempo real sobre el nivel llenado de los contenedores y de aquí se puede deducir una ruta optimizada de recogida.
Igualmente, los gestores pueden conocer en tiempo real las disrupciones o incidentes en el sistema y solucionarlos más rápidamente. Gracias al internet de las cosas, se pueden conocer, por ejemplo, los patrones de llenado de contenedores específicos y, con datos históricos, planificar una gestión óptima a largo plazo.
Todo ello permite diseñar una recogida precisa que redunde en una disminución del gasto de combustible de los vehículos y de las emisiones correspondientes. Además, se puede evitar el desbordamiento de contenedores, entre otros beneficios.
Tal y como se señala en este artículo, la conciencia creciente sobre la importancia de una buena gestión de residuos está impulsando el mercado del smart waste (un mercado donde por cierto se abren muy buenas perspectivas de negocio).
En este sentido, la implantación de un sistema que garantice efectividad y limpieza constituye un estímulo positivo para que las personas aumenten su propio grado de exigencia en la gestión doméstica de los residuos. Sería lo más parecido a un efecto no tecnológico de la tecnología.