A la hora de hablar de las distintas tipologías de espacios que se dan en la naturaleza es probable que vengan de inmediato a la mente términos como hábitat, ecosistema, o incluso ecoregión, pero es menos probable que aparezca la denominación bioma, quizás más reservada a un uso en el ámbito estrictamente científico.
Pero esto no es así porque este término responda a un concepto especialmente complejo. De hecho, en distintos lugares del mundo los biomas se denominan con palabras del lenguaje cotidiano perfectamente asequible a cualquiera: pampa, sabana, pradera, estepa, tundra, selva, etc.
Un bioma no es más que una región del planeta que comparte clima, características del suelo, flora y fauna. El clima es el principal factor determinante de los biomas que, por lo general, incluyen diferentes ecosistemas y una gran diversidad de hábitats.
La existencia del concepto de bioma es muy importante porque permite adoptar una visión de conjunto de la ecología del planeta. Más allá de las especies de plantas o animales específicos que contiene, el bioma sirve para comprender qué papel desempeñan dichas especies en los ecosistemas, así como para conocer mejor las características que ha desarrollado para vivir en su entorno.
Interacciones, tendencias y cambios de los biomas terrestres
Los biomas también permiten observar las interacciones entre los factores climáticos y los organismos vivos. Además, el estudio de las tendencias y cambios dentro y entre biomas, ayuda significativamente a la comunidad científica a identificar algunos efectos sutiles del cambio climático, pero no menos importantes, que sin esta visión podrían pasar desapercibidos.
Según World Wild Fund existen 14 biomas terrestres, 12 biomas de agua dulce y 5 biomas marinos. Pero la gran división que se suele utilizar es entre biomas terrestre y acuáticos. Los primeros representan el 30% de la superficie de la Tierra y los segundos el 70%. Sin embargo, dado que la humanidad vive en tierra firme, ese 30% es muy significativo. Y dentro de este porcentaje hay algunos biomas que son más proveedores de recursos que otros.
Sin ir más lejos gran parte de los alimentos del mundo provienen de praderas y herbazales. El arroz, el trigo y el maíz, proporcionan el grueso de la alimentación de la población humana, y muchos animales que se crían para proporcionar carne y leche también viven en ese bioma. No hay ningún ejemplo mejor en este momento para entender de qué modo dependemos de determinados biomas terrestres que la guerra ruso-ucraniana.
El entusiasmo actual por la digitalización y el hype sobre mundo virtuales como el metaverso, nos hacen olvidar a veces que, de momento, la vida humana es totalmente dependiente de la biosfera. Por muchos universos artificiales que se nos anuncien, estos solo son una capa añadida a nuestra civilización tecnológica que -nadie lo discute- permiten mejorar la organización social y económica, pero que no podrían salvarnos de una escasez generalizada de recursos, en especial los alimentarios.
Iniciativa TEEB
La comunidad científica es muy consciente de esta cuestión que, desafortunadamente está menos presente en el mundo mediático. El impulso político es también importante para llevar a cabo estrategias coherentes que partan de la observación de los biomas. Cabe destacar en este sentido la iniciativa TEEB centrada en el estudio y monitorización del capital natural presente en los biomas del planeta y en sus ecosistemas.
Se trata de una iniciativa global que evalúa los costos de la pérdida de biodiversidad y la disminución asociada de los servicios ecosistémicos muy útil para los decisión-makers. Nació en 2007 tras un encuentro con los ministros de medio ambiente del G8+5 donde se reclamó una acción global en este sentido.
El TEEB se encuentra ahora en su tercera fase. Al reflejar el valor de los ecosistemas y la biodiversidad en la formulación de políticas, los países pueden lograr sus objetivos de desarrollo mientras gestionan de manera sostenible sus recursos naturales.