La actual crisis energética y medioambiental requiere un replanteamiento acerca de qué energías consumimos y como lo hacemos. En este contexto el hidrógeno se presenta como un sustituto muy interesante del gas natural, con la ventaja de que no emite gases de efecto invernadero. ¿El obstáculo que ofrece? Su extracción, que requiere tal cantidad de energía que resulta un proceso con un impacto nocivo para el medioambiente, pese a ser una energía limpia. A pesar de todo existen fórmulas que permiten producir hidrógeno verde, entre ellas la más interesante desde el punto de vista medioambiental es la producción de hidrógeno a partir de residuos urbanos y residuos plásticos o lo que es lo mismo, tratar la basura para fabricar hidrógeno.
Cuando la basura se convierte en una solución
Cada año se generan en el mundo más de 2.000 millones de toneladas de residuos y las previsiones de cara a futuro dibujan una línea ascendente. Buena parte de estos residuos termina en vertederos, que son estructuras en las que se almacenan y entierran para que se descompongan sin contaminar agua, aire o tierra.
Hablamos por tanto de inmensos terrenos en los que se están dando lugar procesos de descomposición. Tomando como punto de partida ese proceso en el que la energía se transforma bajo la tierra es como ha sido posible desarrollar la gasificación, una metodología específica para producir hidrógeno a partir de los residuos con un proceso carbono-negativo.
Se trata de un modelo de generación de hidrógeno verde que, además de ser circular, cuenta con la ventaja de ser mucho más económico que el obtenido mediante energías renovables por electrólisis.
Un paso más en economía circular: basura para fabricar hidrógeno
La producción de hidrógeno a partir de basura es un ejemplo interesante de economía circular, ya que cumple con dos grandes objetivos medioambientales: el primero de ellos es la obtención de una energía limpia con un proceso sostenible e impacto positivo en el medioambiente (ya que elimina más CO2 del que emite). Por otro lado, ofrece una solución a la gestión y valorización de residuos, evitando que puedan acabar en ríos y océanos. Además, ofrece una ventaja adicional, y es que permite reducir las emisiones de metano, un gas de efecto invernadero que producen los residuos en descomposición y son 84 veces más dañinas para el clima que el CO2.
El método utilizado para obtener hidrógeno de los residuos es la gasificación, que genera un entorno controlado y sin oxígeno en el que se calientan los residuos para propiciar su descomposición. La gasificación es posible en materiales orgánicos, papel, tejidos y plásticos, por lo que es necesario separar vidrio y metales.
Una vez depurados, los residuos se calientan introduciendo perlas de cerámica calentadas a 1.000ºC y comienzan a liberar metano, hidrógeno, monóxido de carbono y CO2. La mezcla de gases se descompone y se depura para recuperar hidrógeno puro, mientras que los gases de carbono se liberan al aire o se capturan. Por cada tonelada de residuos introducida en el sistema de tratamiento, se producen aproximadamente 40-50 kg de hidrógeno al mismo tiempo que se eliminan entre un 92% y un 96% de los residuos, evitando su deposición en vertedero.
Hablamos de una tecnología que además supone una gran ventaja económica frente a otras fórmulas de producción de hidrógeno verde, ya que en este caso las materias primas de extracción tienen un de coste negativo: son los municipios y las empresas quienes pagan por la eliminación de sus residuos.
En nuestro país la Comunidad Valenciana en colaboración con Greene, empresa especializada en gasificación, ha puesto en marcha el plan Estrategia del Hidrógeno Renovable de la Comunitat Valenciana 2030, mediante una planta piloto que permitirá extraer hidrógeno de los residuos (por cada 100 kg/h procesados se obtendrán 6 kg/h de hidrógeno. En total, se calcula una producción de 45 toneladas anuales de hidrógeno renovable). El objetivo es desarrollar la primera planta industrial en 2024, y potenciar su capacidad de producción en 2026.
Aunque aún queda legislar y facilitar que este proyecto piloto se convierta en una industria asentada, lo cierto es que abre una veta muy interesante en materia de economía circular. Podemos empezar a imaginar un futuro con menos residuos.