En el momento histórico en el que nos encontramos, nos enfrentamos a un panorama energético extremadamente interesante. Vislumbramos el inicio del agotamiento de los combustibles fósiles y tenemos la necesidad de encontrar sustitutivos que garanticen fuentes de energía difícilmente agotables, que no dañen nuestro medioambiente y nos permitan alcanzar un panorama de cero emisiones. Ante este reto, surgen multitud de alternativas, pero lograr transformar nuestro modelo es complejo, debido a la implantación tan profunda de los combustibles fósiles y la dependencia tan grande que hemos desarrollado. En este contexto, encontramos el hidrógeno como uno de los candidatos a liderar esta transición, hablamos de un combustible con gran proyección que a continuación analizaremos en detalle.
¿Qué ventajas nos ofrece el hidrógeno combustible?
A la hora de diseñar un futuro sin emisiones, el hidrógeno ocupa un lugar destacado. Hablamos de una materia que puede almacenarse en estado líquido o gaseoso y su combustión no produce gases de efecto invernadero.
La gran ventaja que nos ofrece el hidrógeno frente a otros combustibles es que se considera una fuente de energía inagotable, ya que es uno de los elementos más abundantes en nuestro planeta (presente en el agua y en la mayoría de compuestos orgánicos). De hecho, incluso podemos encontrarlo en el espacio.
El hidrógeno es un combustible que se utiliza para alimentar automóviles, autobuses, camiones, trenes, barcos… Incluso se usa para proveer de energía una casa o de electricidad una fábrica, industrias químicas, refinerías de petróleo… En concreto, la NASA lo utiliza como combustible en sus cohetes. En la actualidad, existen investigaciones que plantean el hidrógeno como elemento base para el desarrollo de sistemas de almacenamiento del excedente de energías renovables. Hablamos, por tanto, de un combustible con gran capacidad de transformación de nuestros modelos de consumo energético.
Tipos de hidrógeno
El principal obstáculo que encuentra el hidrógeno como combustible es que a pesar de ser un elemento que abunda en nuestro planeta, tiene una extracción difícil, costosa y no siempre sostenible. El proceso por el que se logra extraer el hidrógeno del agua es la electrólisis, que descompone las moléculas de agua (H2O), en oxígeno (O2) e hidrógeno (H2). Este una técnica que requiere mucha energía y, en función de las fuentes a las que se recurra, nos permite diferenciar tres tipos de hidrógeno distinto:
- Hidrógeno gris. Para su extracción se recurre a gas natural, lo que hace que tenga un impacto negativo en el medioambiente. A día de hoy, es el más económico y, por tanto, el más utilizado.
- Hidrógeno azul. Este tipo de hidrógeno también se extrae a partir de gas natural, pero debido a la metodología que utiliza, (captura y almacenamiento, que inyecta el carbono bajo tierra), emite menos carbono. Aunque este proceso de extracción es más costoso que el del hidrógeno gris, debido a las penalizaciones por emisiones de CO2 que planea introducir la UE, se posiciona como una fórmula de extracción de hidrógeno en auge.
- Hidrógeno verde. El uso de energías renovables para la extracción de hidrógeno nos permite hablar de un combustible verdaderamente sostenible. Esta es la fórmula de extracción de hidrógeno menos habitual, pero debe ser la que domine el sector si queremos hablar del hidrógeno como un sustituto de los combustibles fósiles con bajo impacto medioambiental.
Próximos retos para el hidrógeno
El hidrógeno como combustible enfrenta un período de desarrollo en el que ha de superar varios retos. El primero de ellos es su precio y sostenibilidad, que mejorarán notablemente a medida que el de las energías renovables siga disminuyendo (mientras que, inevitablemente, sube el de los combustibles fósiles). Los expertos estiman que en los próximos 10 años los costes de producción de hidrógeno verde (cuyo coste actual oscila en torno a los 3,5-5 €/kg), descenderán en un 70%, o incluso más si los precios de la electricidad procedente de fuentes renovables siguen disminuyendo tal y como lo están haciendo actualmente.
Por otro lado, encontramos el reto del transporte del hidrógeno. Es necesario reducir al máximo el riesgo de fugas y, para ello, el planteamiento idílico sería contar con una red de gasoductos. Esto requeriría una red propia que incluso podría partir de la adecuación de la red actual de gasoductos para combustibles fósiles, algo nada descabellado si pensamos en un contexto de transición energética.
Sin lugar a dudas, el hidrógeno será uno de los combustibles que lideren la transición energética y nos ayuden a reducir el uso de combustibles fósiles, así lo muestra el informe sobre transición energética realizado por la Agencia Internacional de Energía Renovable (IRENA), que plantea el hidrógeno como un combustible imprescindible si queremos alcanzar los objetivos de reducción de emisiones planteados en el acuerdo de París.