La mayor parte de personas que vivimos en países desarrollados hemos tenido, desde que podemos recordar, acceso a diferentes fuentes de energía sin restricciones. Esto hace que las usemos con menor grado de conciencia del que, por ejemplo, tenían generaciones anteriores, o personas que viven en situación de pobreza energética o con escaso acceso a estos servicios. A pesar de todo, es importante entender que el consumo de energía tiene un impacto medioambiental, por lo que es esencial analizar nuestros hábitos y, en la medida de lo posible, promover el ahorro energético.
Nuestro modelo de consumo energético es un problema
Cuando hablamos de ahorro energético nos referimos a reducir nuestros niveles de consumo de energía ya sea moderando el derroche, modificando hábitos o haciendo un uso eficiente. El motivo por el que este problema debe ocupar un lugar prioritario es que la generación de energía tiene un impacto directo en el calentamiento global y el cambio climático.
Frente a nosotros, surge un problema que aún no hemos integrado, y es que hay fuentes de energía que empiezan a dar muestras de agotamiento. Hablamos de los combustibles fósiles (petróleo, gas natural y carbón), que según datos de la ONU cubren el 80% de la demanda actual de energía mundial y son el origen de, aproximadamente, dos terceras partes de las emisiones globales de CO2. Las previsiones apuntan a que con el ritmo de consumo energético actual es probable que para el año 2050 la demanda energética casi llegue a duplicarse, algo que hará imposible mantener el objetivo de que el aumento medio de temperatura a nivel mundial no supere los 2ºC.
Al margen de esto, hablamos de una fuente de energía cuya extracción provoca la erosión del suelo, la pérdida de vegetación y biodiversidad y la contaminación de las aguas y los suelos, mientras que su consumo genera emisiones de gases de efecto invernadero óxidos de azufre, nitrógeno y partículas contaminantes.
Por su parte, la electricidad, dado que en la actualidad depende en buena parte de centrales nucleares, genera residuos radiactivos (altamente contaminantes y de difícil tratamiento).
El papel de las energías renovables y la innovación
En base a todo lo planteado anteriormente, es natural que contemplemos las energías renovables como una alternativa para mantener nuestros hábitos sin sufrir grandes trastornos, pero lo cierto es que por sí solas no podrían satisfacer nuestras necesidades de consumo y, aunque se aumentase el parque de producción de energías renovables, nos encontramos con que la electricidad solo representa actualmente el 24% del consumo energético final.
Todo esto traslada responsabilidades a otro ámbito, que sería la transformación del consumo energético de tal modo que los combustibles fósiles cedieran su espacio hegemónico a la electricidad. Esto permitiría incorporar más energía renovable a gran escala, de forma competitiva y sostenida en el tiempo, pero no todos los subsectores serán capaces de pasar de los combustibles fósiles a las energías renovables. En este punto, la innovación debería aportar soluciones (relativas por ejemplo a sistemas de producción), que aún no existen y que, si no son lo suficientemente rentables, es probable que nunca lleguen a desarrollarse.
El ahorro energético como solución
Teniendo en cuenta todo lo anterior, es evidente que tenemos que reducir nuestros niveles de consumo de energía, algo que se puede lograr a través del cambio de hábitos, del uso tecnologías más eficientes, o una combinación de ambos. A continuación, recogemos algunos de los aspectos principales que deben abordarse en el proceso de transición al ahorro energético:
- Es esencial tratar de electrificar el destino final de la energía sin perder de vista que esta transformación ha de ser sostenible. Este proceso ya se dio cuando el petróleo y la electricidad reemplazaron al carbón y, sin lugar a dudas, requerirá importantes inversiones en I+D y el desarrollo de nuevas tecnologías que permitan desbancar a los combustibles fósiles y que sean sostenibles. Por ejemplo, los coches eléctricos se presentan como la gran alternativa al transporte basado en combustibles fósiles, pero, la fabricación, recarga y reciclaje de sus baterías tiene un grave impacto medioambiental.
- Conseguir una mayor participación de las fuentes de energía que tienen bajos o nulos niveles de emisiones contaminantes, con especial acento en las energías renovables y los biocombustibles.
- Buscar la eficiencia en nuestro consumo. En este sentido encontraremos un gran aliado en los electrodomésticos más eficientes (identificados como A+++), que pueden suponer un ahorro de más de un 20% que los de tipo medio.
- Por último, es imprescindible realizar un consumo responsable de la energía, priorizando el ahorro energético. Estamos rodeados de aparatos electrónicos que nos hacen la vida más fácil. Es interesante enfrentar nuestras necesidades a nuestros hábitos y observar las consecuencias que puede tener modificar ciertos hábitos.
Actualmente, estamos sufriendo una subida de los costes en energía sin precedentes que, probablemente, tendrá un impacto en nuestros hábitos de consumo, no obstante, el ahorro energético debe ser consecuencia de una mayor concienciación y su consiguiente compromiso con el entorno y con nuestros recursos. Sólo de esta manera conseguiremos convertirlo en algo estructural y por tanto sostenible en el tiempo.