La economía circular es ya una necesidad incuestionable en regiones como Europa. Progresivamente, todos los sectores se van dando cuenta de la urgencia de cambiar a un modelo económico que aproveche al máximo los recursos disponibles y minimice el impacto ambiental de su actividad, mediante el cierre de ciclos a través del ecodiseño orientado a la recuperación y el reciclaje y la prolongación de la vida de los productos.
Sin embargo, mientras que Europa regula a favor de este concepto, y otras regiones del mundo hacen lo propio, América Latina y el Caribe se encuentran todavía lejos de implantar este modelo. Actualmente, apenas un 10% de los residuos generados en toda la región se aprovecha a través del reciclaje u otros modos de recuperación, señala el reciente informe de la ONU “Perspectiva de la Gestión de Residuos en América Latina y el Caribe”.
Cada ciudadano del centro y sur de América genera aproximadamente 1 kilogramo de basura al día, que en conjunto ronda las 541.000 toneladas diarias. Sin embargo, se estima que esta cifra aumente un 25% para el año 2050, llegando a las 671.000 toneladas diarias.
Cada vez más residuos
La presión y expansión urbanística en una población que de por sí está en crecimiento son algunas de las causas de este incremento de generación de residuos urbanos, junto a unos patrones de consumo y producción “claramente insostenibles” -asevera el informe- al estar sustentados en el modelo lineal de comprar-usar-tirar. Los datos recogidos en el estudio ponen de manifiesto la existencia de una relación directa entre los ingresos per cápita y la generación de residuos.
Hoy, un tercio de estos desechos acaban en basurales a cielo abierto, contaminando las aguas, los suelos y el aire de la región y afectando gravemente la salud de los habitantes. La cantidad vertida indebidamente equivale a los residuos generados por el 27% de la población. Es decir: es como si todos los desechos que generan 170 millones de personas fueran directamente a vertedero o acabaran en el medio ambiente.
La recogida selectiva en América Latina
Sobre todo, en las zonas empobrecidas y poblaciones rurales, todavía hay mucha gente no tiene forma de aportar su basura a la recogida selectiva para un mejor aprovechamiento de la misma. En total, son 40 millones las personas que no tienen acceso a la recolección de residuos.
Por otra parte, la mitad de la basura generada es materia orgánica, por lo que su vertido indebido supone un flujo de contaminación y emisión de gases como el metano -considerado de efecto invernadero y con elevada incidencia sobre el cambio climático- a causa de la descomposición de estos residuos desechados al aire libre.
En este punto, cabe recordar que el problema del cambio climático, ocasionado por la emisión de los gases de efecto invernadero, acarrea consecuencias dramáticas para el conjunto de la población que incluyen el aumento del nivel del mar (y la consecuente inundación de los asentamientos humanos y la erosión de la costa, entre otros perjuicios), la cada vez mayor frecuencia y virulencia de los huracanes y otros fenómenos atmosféricos destructivos, las sequías más prolongadas, las precipitaciones impredecibles y la pérdida y migración masiva de especies. Aunque estos riesgos son globales y arbitrarios, América Latina y el Caribe son regiones especialmente vulnerables a ellos (dada la falta de recursos para hacer frente a los impactos climáticos).
Qué hacer
Pero todo problema plantea una oportunidad. La recogida selectiva de la basura facilitará su recuperación, y hay un amplio margen de acción para, en el caso de la materia orgánica, incrementar el compostaje y, en el de las 17.000 toneladas de plásticos que se vierten en basurales, el reciclaje. Las claves que señala la ONU para que la región se ponga manos a la obra en este asunto pasan por reconocer a los recicladores informales, que de forma independiente aumentan los índices de reciclaje pero no existen datos oficiales respecto a su labor.
“Si bien han sido reconocidos por el sistema jurídico en varios de estos países, queda por delante la importante tarea de formalizar y profesionalizar el sector informal, contribuyendo de esa manera a mejorar su productividad y, especialmente, a promover la protección de la salud y de la niñez, y el acceso a un trabajo digno”, reza el informe.
En este sentido, Naciones Unidas propone a los países latinoamericanos y caribeños que mejoren la información y generen más datos sobre la gestión de residuos, de cara a apoyar la toma de decisiones para incrementar la recuperación, así como favorecer la inversión en el sector. Para ello la ONU advierte que se debe tener en cuenta el coste que supondría no actuar (en términos de salud, impacto ambiental y de desarrollo) que, asegura, puede ser “de 5 a 10 veces superior al costo de una gestión adecuada de los residuos”.