Árboles de ciudad
04/11/2020

Es cierto. Cubrir las ciudades de verde es tendencia. Pero no es sólo cuestión de moda. Tiene un porqué. O mejor dicho, muchos porqués.

La primera y más obvia razón de por qué los árboles son valiosos para una ciudad es la sombra que albergan. Puede parecer una tontería, pero aportar sombra a las calles, especialmente en contexto de crisis climática en que las temperaturas se extreman a medida que el calentamiento global se agrava, es importante.

Una ciudad hostil es, entre otras cosas, aquella en la que los ciudadanos no puedan disfrutar del día que hace sin miedo a quedar demasiado expuestos a la radiación solar o a sufrir una insolación. En los meses de verano, sobre todo, esto es algo que cada vez tiene más peso.

Por otro lado, el verde. La correlación entre zonas verdes y buena salud (física y mental) de las personas está más que estudiada. Uno de los organismos que actualizan constantemente la investigación respecto a esta cuestión es el Instituto de Salud Global de Barcelona. Por ejemplo, uno de sus recientes estudios evalúa si la exposición a la naturaleza durante la infancia se asocia a beneficios sobre la salud en la edad adulta. Mientras que multitud de estudios científicos ya relacionan los espacios verdes —parques urbanos, jardines, calles arboladas o bosques, entre otros— a numerosos beneficios para la salud en personas adultas, como la reducción del estrés, una mayor esperanza de vida o un mejor desarrollo cognitivo, en niños y niñas, en concreto, “se relaciona con mejoras en la capacidad de la atención y concentración, un mayor desarrollo emocional y del comportamiento, incluso con cambios estructurales beneficiosos en el cerebro«, explican en su web.

Además, está el factor de la biodiversidad. Los árboles sirven al mismo tiempo como hogar y como fuente de alimento para numerosas especies de aves, plantas, insectos y pequeños roedores, especies que componen el ecosistema urbano de la misma forma en que lo hacemos las personas. Mantener la biodiversidad urbana tiene un papel más relevante en nuestro día a día del que nos imaginamos. Escuchar o divisar aves, por ejemplo, nos conecta con la naturaleza y refuerza el sentimiento de unidad con el resto de seres vivos que habitan en nuestra urbe, lo que termina favoreciendo la protección de estos espacios y, en última instancia, de las personas y animales que nos beneficiamos de ellos.

Aliados contra la crisis climática

Una cualidad cada vez más destacada entre las que nos aportan todas las especies de árboles es su capacidad para regular la temperatura. Su posición estratégica puede ayudar a enfriar el aire entre 2 y 8 ºC, y de paliar así el efecto “isla de calor” que se produce en las ciudades por la acumulación de calor en el asfalto y en la infraestructura de hormigón, entre otros materiales que componen el paisaje urbano.

Como decíamos, en plena crisis climática, no podemos ignorar tampoco su función en la absorción de CO2 (se calcula que un árbol de gran tamaño es capaz de capturar hasta 150 kilos de CO2 al año), esencial para rebajar los gases de efecto invernadero que emitimos a la atmósfera y con los que se agudiza el calentamiento global, causante de este cambio que estamos experimentando y que amenaza con alterar completamente el sistema climático de la Tierra a partir del próximo siglo.

Los árboles de ciudad nos ayudan con la salud

Otro aspecto de la crisis ecológica de múltiples dimensiones a la que estamos asistiendo es la degradación de la calidad del aire. Cada vez más personas respiramos aire contaminado, y cada vez éste está más sucio, a medida que las ciudades se expanden sobre todo en países en vías de desarrollo. La polución atmosférica se debe en buena medida al papel que tienen los coches en la movilidad urbana, y además al sector energético, al residencial, al industrial y a otras actividades humanas que contribuyen a la contaminación. Los árboles, de nuevo, vienen a salvarnos. Aunque no podemos colocar sobre ellos todo el peso de la solución, sí pueden servirnos como buenos aliados, pues son filtros para muchos contaminantes urbanos. Por ejemplo, atraen el monóxido de carbono, los óxidos de nitrógeno, el ozono y los óxidos de sulfuro, y filtran con sus hojas y su corteza partículas finas como polvo, suciedad o humo del aire.

Por último, aunque no se quedan aquí los beneficios, es importante recordar que son imprescindibles para la adaptación (y no sólo la mitigación) climática, ya que reducen los impactos de las catástrofes naturales. En caso de una inundación o lluvia intensa, un árbol puede ser clave, ya que es capaz de interceptar más de 15.000 litros de agua al año.

Incluso si se mira desde una óptica meramente económica, los árboles comportan un activo. En este sentido, ONU Hábitat recuerda en su página oficial que la planificación de paisajes urbanos con árboles “puede aumentar el valor de la propiedad hasta en un 20 por ciento, y atraer el turismo y los negocios”.

“Una ciudad con una infraestructura verde bien planificada y bien administrada se vuelve más sostenible, mejora la calidad de vida, se adapta mejor al cambio climático, reduce el riesgo de desastres y conserva los ecosistemas”, resumen desde este programa de Naciones Unidas.