En tiempos de transición hacia una economía verde – circular y baja en carbono- no se concibe una buena iniciativa, realmente innovadora, que no contemple la variable de sostenibilidad ambiental. Por ejemplo, ¿nace una nueva marca de ropa? Pues tendrá que ser de bajo impacto o impacto positivo sobre el planeta si quiere asegurarse un hueco en el mercado para las próximas décadas.
Esta reconversión se aplica a muchos otros sectores, como el transporte, la alimentación, los servicios o la construcción. Así, no sólo la economía, sino también la forma en que vivimos y los espacios que compartimos se están repensando. En arquitectura, la tendencia ahora es el diseño de edificios sostenibles, eficientes en el uso de recursos materiales y energéticos.
Y al calor de esta apuesta por la edificación sostenible han surgido proyectos como el BIQ de Hamburgo, un edificio que se sirve de la misma naturaleza para generar su propia energía. Se trata, dicen los impulsores de esta iniciativa, del primer edificio cuya fachada vegetal es además un reactor natural.
La construcción cuenta con lo que han denominado una “segunda piel verde”, una fachada inteligente compuesta por microalgas que, de manera orgánica provee al edificio de energía, al tiempo que controla la luz y produce sombra sobre el mismo. Estas plantas diminutas crecerán entre la fachada del edificio y esta segunda piel verde, para lo cual necesitarán sólo una alimentación constante de nutrientes líquidos y dióxido de carbono, que se les proporcionará a través de un circuito hídrico instalado sobre la estructura, y la luz del sol, indispensable para su fotosíntesis.
Reactor renovable
Una vez florecen, las algas se multiplican en un ciclo regular hasta que pueden ser recolectadas y llevadas a una sala técnica que incluye el edificio. Más adelante, fermentan en una planta de biogás externa al BIQ y allí generan energía. Son idóneas para esta tarea, pues las microalgas producen cinco veces más biomasa por hectárea que las plantas que crecen en el suelo y dan lugar a una gran cantidad de aceites que pueden emplearse también en la producción de energía.
Además de la producción energética de biomasa, la fachada vegetal que cubre la parte suroriental y suroccidental del BIQ funciona como una suerte de unidad termosolar, aprovechando la energía de la luz que absorbe, y empleándola en aclimatar el edificio y en calentar el agua. Al mismo tiempo, sirve de aislante de temperatura y de sonido, así como de persiana natural.
Ahorro energético y económico
El BIQ de Hamburgo es el primero en diseñarse con estas características, pero no está sólo en la apuesta por la sostenibilidad en la edificación. En urbes como Chicago, una meca para la arquitectura moderna, los edificios (responsables del 70% de las emisiones de CO2 de la ciudad sobre todo debido al elevado uso de calefacción) reciben ayuda (asistencia técnica, recursos, incentivos, etc.) del Gobierno local en el marco del proyecto Retrofit Chicago, lanzado en 2012 para mejorar la eficiencia energética de la ciudad y reducir un 20% el consumo eléctrico de sus edificios en cinco años.
A fecha de 2014 (dos años después de la puesta en marcha del proyecto), los 32 edificios que habían formado parte del mismo habían recibido en total 2 millones de dólares en incentivos por parte del gobierno de esta ciudad de Illinois, y habían conseguido un ahorro energético anual de 21 millones de kWh y más de 1,5 millones de dólares.
Otros edificios sostenibles
Desde Canadá hasta China, pasando por Estados Unidos y el Reino Unido, es innegable que los “edificios verdes” con sistemas complejos -o no- para asegurar la sostenibilidad en la gestión de agua y el consumo de energía están de moda.
Uno de los más conocidos es la Torre de Shanghai, en China, el segundo edificio más alto del mundo, después del Burj Khalifa en Dubai. La estructura cuenta con turbinas de viento que producen energía para la iluminación del edificio, mientras que unas capas transparentes internas y externas permiten la entrada de luz natural en el mismo, lo que evita la iluminación artificial.
Otro ejemplo de torre verde es el edificio One Bryant Oark, en Nueva York. Este rascacielos es el primero en conseguir la certificación LEED Platinum gracias a que cuenta con su propia planta de generación energética que produce 4,6 megavatios de energía verde, además de incorporar controles de CO2, urinarios sin agua e iluminación LED.
En Canadá, el Manitoba Hydro Place incluye un sistema geotérmico que calienta y enfría el edificio. Cuenta además con jardines verdes en su azotea, y con ventanas de triple capa. En conjunto, estas características han permitido al edificio ahorrar un 60% en consumo energético.