La nueva ciudad jardín del S XXI
07/01/2024

El término Ciudad Jardín nos remite a principios del S XX, cuando el desarrollo de las ciudades demandaba nuevas fórmulas que permitiesen a sus habitantes alcanzar una buena calidad de vida. Un siglo después, volvemos a tener el mismo problema: las zonas rurales se vacían, superpoblando las ciudades y de nuevo la Ciudad Jardín parece ofrecernos una solución.

El desarrollo de las ciudades jardín 

La revolución industrial significó la transformación de las ciudades:  se pasó de una economía de estructura feudal al sistema capitalista en el que la actividad económica se emplazaba en las ciudades, donde se aglutinaba el empleo. Esto dio lugar a núcleos urbanos muy poblados en los que la tónica general era una mala calidad de vida: viviendas muy pequeñas, altos niveles de contaminación, pobreza, criminalidad… 

Toda esta situación dio lugar a que en el S. XIX surgiera un debate acerca de las ciudades que facilitó el desarrollo de modelos alternativos. El mejor ejemplo de ello es la ciudad jardín, planteada por Ebenezer Howard 1898, una nueva solución habitacional que combinaba las virtudes de la tradición residencial inglesa, propia del campo, con las del modelo urbano. El objetivo era sentar las bases para un desarrollo urbano controlado y sostenible, y al mismo tiempo una nueva organización social en la que la que la prioridad sería la convivencia, apoyándose en el colectivismo, la organización local y el autogobierno.  

Las ciudades jardín supusieron, por tanto, la adición de pequeños núcleos semiurbanos y autónomos a las ciudades, siguiendo una estructura (también diseñada por Howard) que estableciese una red de ciudades jardín conectadas también entre sí.  

Para el correcto desarrollo de las ciudades jardín, su fundador planteó, además, fórmulas específicas de gestión y financiación, al mismo tiempo que estableció una estrategia de implantación para Londres, donde en 1904 se creó Letchworth, la primera ciudad jardín, situada en el norte de la ciudad.  

El éxito de las ciudades jardín 

La ciudad jardín ofrecía una alternativa al crecimiento monocéntrica de las metrópolis industriales con un éxito sin precedentes. Eran ciudades rodeadas de huertos y naturaleza en las que se combinaban alojamientos privados y colectivos, zonas verdes… En ellos, había acceso a todos los servicios necesarios para la vida cotidiana, como colegios, tiendas, centros de salud… pero, además, estaban conectados a la urbe principal gracias al sistema de transporte.  

Todo ello permitió no solo afianzar este modelo urbano, sino propulsar su proyección internacional. En su traslado a otros países, la ciudad jardín sufrió transformaciones que le permitieron adaptarse a las diferentes realidades. Por ejemplo, en España las ciudades jardín comenzaron a desarrollarse a partir de 1920 bajo el amparo de la denominada ley de casas baratas, que intentaba aportar una solución al problema de la vivienda popular generando barriadas económicas, que en principio nacían como ciudades satélite autónomas (conectadas siempre a las grandes arterias de comunicación o a los grandes centros de trabajo), y que contaban con sus propios servicios y garantizaban una condiciones de higiene mínimas. 

Ciudades jardín de nueva generación 

Como ocurre con frecuencia en cualquier análisis sobre sostenibilidad, volver la vista atrás puede darnos las claves para resolver problemas actuales, y las ciudades jardín son buen ejemplo de ello. 

Hacer de las ciudades entornos menos congestionados y con mayor calidad de vida es un reto parecido al que enfrentó Ebenezer Howard. Es cierto que han desaparecido las fábricas y los obreros que trabajaban en ellas, pero encontramos problemas que no se alejan mucho de los derivados de la revolución industrial: contaminación, falta de vivienda, sobrepoblación, inseguridad, tráfico… 

El modelo de autogobierno de las ciudades jardín plantearía reducir tanto los desplazamientos como las emisiones, acercándonos al modelo de Ciudad de 15 minutos de Carlos Moreno. Pero también generar economía y empleo propios. De hecho, si además sumamos el factor del teletrabajo encontramos otro aliado más para esta fórmula que, paradójicamente, en origen no permitía ni soñar con la idea del empleo deslocalizado. 

Las ciudades jardín de nueva generación son una realidad, y buen ejemplo de ello es Brøndby Garden City en Copenhague, cuyo objetivo es fomentar la interacción de sus residentes y ofrecer un espacio de desconexión del bullicio de la ciudad donde el cultivo de plantas y huertos es una de las principales alternativas de ocio; o la Ciudad Ecológica de Tianfu, uno de los muchos proyectos de urbanismo sostenible desarrollados en China que trata de dar solución a la sobrecarga de los principales centros urbanos de este país, evitando el alto consumo de energía y las emisiones de carbono asociadas con la expansión suburbana. 

Hablamos de ciudades cuyo planteamiento se aproxima a propuestas que contribuyen a frenar el cambio climático (al potenciar la presencia de espacios verdes en los núcleos urbanos, renaturalizándolos), y conectan con el ODS 15, que trata de lograr que las ciudades sean más inclusivas, seguras, resilientes y sostenibles.