Oímos hablar a menudo de las emisiones de carbono o de metano, por ejemplo, como gases de efecto invernadero, principales causantes del calentamiento global y, por ende, del cambio climático. También leemos, vemos o escuchamos en los medios de comunicación información sobre las emisiones de contaminantes atmosféricos o contaminantes secundarios, especialmente dióxido de nitrógeno (NOx), dióxido de azufre (SO2) y ozono troposférico —también llamado ozono malo— (O3).
Pero la huella ecológica de la actividad humana, en cuanto a emisiones de contaminantes atmosféricos, y partículas en suspensión va mucho más allá. Se extiende, por ejemplo, al amoniaco (NH3), al monóxido de carbono (CO), a los compuestos orgánicos volátiles no metánicos (COVNM), las partículas, los metales pesados (como el mercurio) y al óxido de azufre (SOx), entre otros.
El último informe de la Agencia Europea del Medio Ambiente (AEMA) recalca el hecho de que España es el estado miembro de la UE que ha registrado un mayor aumento en las emisiones de amoniaco. Sólo España, junto con Croacia, Dinamarca y Alemania (aunque estos tres en mucha menor medida) incrementaron sus emisiones de amoniaco en 2018, mientras que el resto (22 estados miembros) experimentaron bajadas. El caso de España se explica, dicen los expertos de la AEMA, porque ha habido un mayor consumo de fertilizantes, y un aumento en las cabezas de ganado.
Menos óxido de nitrógeno
También hay algunos datos positivos en lo que respecta a España. Entre 1990 y 2018, las emisiones de óxido de nitrógeno cayeron un 60%. Entre 2017 y 2018, la bajada fue de un 4,1%, algo que se debió, principalmente, a las reducciones de este contaminante por parte de Alemania, Francia, Reino Unido, España y Polonia.
En concreto, de España apunta que este país declaró que la disminución de las emisiones de NOx entre 2005 y 2010 (el valor del total nacional en 2008 fue un 15,4 % menor que el año anterior) se debió al cierre de la principal mina de lignito de España en 2007. “Además, la necesaria adaptación en 2008 de la central térmica adyacente y la introducción de técnicas de reducción redujeron las emisiones de NOx durante este período”, agrega el informe.
Algo parecido ha pasado con las emisiones de óxido de azufre, que se han rebajado un 92% desde 1990 y entre 2017 y 2018 cayeron 6,7 puntos porcentuales. También en esta mejora España está entre los mayores contribuyentes al cambio, junto con Polonia, Bulgaria y el Reino Unido.
En general, el sector más contaminante en la Unión Europea es el comercial, institucional y residencial. En el caso del NO2, el mayor emisor es el transporte por carretera, que es el segundo responsable en la emisión de polvos químicos y en la de monóxido de carbono. En cuanto al amoniaco, claramente el sector más perjudicial es la agricultura. En azufre, gana la producción eléctrica y el uso de energía. En el PCB o bifenilos policlorados, así como en el plomo y en los compuestos orgánicos volátiles (que son los que dan lugar a los picos de ozono, cuando entran en reacción con el calor), los procesos industriales y el uso del producto son los mayores culpables.
¿Cómo inciden los contaminantes atmosféricos en la salud humana?
La polución del aire, causada por estos contaminantes que desprendemos con las citadas actividades (y con otras no mencionadas, como los residuos o el transporte que no va por carretera), produce efectos negativos sobre la salud de las personas. Estos van desde las alteraciones de la función pulmonar a problemas cardiovasculares que pueden derivar en infartos. Sobre todo, el mayor impacto son los problemas del corazón, que suponen casi el doble de muertes derivadas por contaminación del aire, respecto a las respiratorias.
En total, se calcula que la contaminación del aire ocasiona la muerte prematura de unas 800.000 personas cada año en Europa. Así lo reveló un estudio del European Heart Journal, que se publicó en 2019. A nivel global, se estima que este tipo de polución causa 8,8 millones de muertes anuales, más incluso que las muertes derivadas del tabaco, que en 2015 la Organización Mundial de la Salud cifró en 7,2 millones. Así, los investigadores del European Heart Journal aseguraron que, mientras que consumir tabaco es opcional, respirar los efectos de la contaminación atmosférica no lo es.