Hay dos problemas ambientales —entre los muchos otros que coexisten— que preocupan especialmente a científicos y economistas: uno es el cambio climático y otro, igualmente grave, es la escasez hídrica.
Así consta en el último informe de Riesgos Globales elaborado por los economistas de prestigio que conforman el Foro Económico Mundial. Y así se refleja también en las cumbres mundiales del clima y del estado del planeta que se han venido sucediendo en los últimos años.
Los dos son sumamente importantes para el mantenimiento de la salud de los ecosistemas (y, por ende, de la salud humana) y para más inri, están relacionados entre sí.
Por un lado, la crisis climática agrava el encarecimiento del agua y, por otro, la falta de agua repercute negativamente sobre la vegetación, que es esencial, entre otras cosas, para absorber carbono y suavizar los efectos de la crisis climática.
Afortunadamente, tenemos a la ciencia. Un grupo de científicos de la universidad de California en Berkeley, liderados por el químico jordano-estadounidense Omar Yaghi, llevan varias décadas trabajando en el desarrollo de unos materiales llamados COF y MOF, que definen como “cristales tridimensionales porosos con superficies internas extraordinariamente grandes que pueden absorber y almacenar enormes cantidades de moléculas específicas”.
Entre otras aplicaciones, estos materiales pueden suponer un punto de inflexión para el secuestro de carbono, esencial para combatir el calentamiento global. Pero también sirven para crear agua en lugares tan insospechados como es el desierto.
Los investigadores del equipo de Yagui crearon una cosechadora de agua capaz de extraer más de cinco tazas de agua (unos 1,3 litros) del aire de baja humedad en un día —esto, por cada kilogramo de material absorbente de agua (MOF)— y probaron el invento, una suerte de caja del tamaño de un microondas, en el desierto de Mojave (California).
Allí, la cosechadora se alimentaba de luz solar (con paneles fotovoltaicos) y con el respaldo de una batería. Su idea es escalar este modelo hasta que adquiera el tamaño y capacidad suficiente para abastecer a un pueblo entero, con 20.000 litros por día.
España y Latinoamérica
Los avances científicos para recuperar cierta seguridad hídrica se han dado también en Chile, donde todavía más de 380 mil viviendas en comunidades rurales no cuentan con las redes necesarias para abastecerse de agua de calidad. La empresa chilena Freshwater inventó en 2017 una máquina que ya se aplica en 20 comunidades chilenas y da de beber a 2.400 personas.
“Aceleramos el ciclo natural del agua al capturar las micro partículas de agua que se encuentran suspendidas en la humedad relativa, para luego formar una nube y hacer llover, obteniendo agua prístina que pasa posteriormente por un proceso de filtrado, purificación y esterilización, pudiendo obtener agua purificada de gran calidad, ilimitada y sin caducidad en el tiempo”, precisan los promotores del proyecto en su página web, en la que recuerdan que según la Organización Mundial de la Salud (OMS), “el 80% de todas las enfermedades en el mundo en desarrollo son causadas por la falta de agua limpia y saneamiento adecuado, siendo ésta una de las causas principales de enfermedades y mortandad”.
En el futuro proyectan expandirse a todo el continente, pues sólo en Latinoamérica hay 34 millones de personas en zonas rurales sin acceso directo a agua potable, aseguran.
España ya es capaz de convertir aire en agua
España cuenta, por su parte, con su propio creador de agua a partir de aire. Se trata de Enrique Veiga, un ingeniero gallego afincado en Sevilla que en 2018 dio con la solución a la sequía: una máquina condensadora que enfría el aire hasta la temperatura a la que se convierte en gotas de agua, como sucede en el rocío de madrugada.
Pero, de todos, la solución del químico jordano-estadounidense Omar Yaghi parece la más innovadora: el científico, que es conocido como el precursor de la química reticular (en red) y que acumula galardones como el Premio Wolf de Química, el Premio Mundial de Ciencias Albert Einstein o el Premio BBVA Fronteras del Conocimiento, explica que “para condensar el agua del aire a baja humedad —menos del 40 por ciento de humedad relativa— hay que enfriar el aire a menos de cero grados centígrados, lo cual no es práctico”.
Con su cosechadora, consiguen agua a muy baja humedad pero sin ese enfriamiento, algo que no puede hacer, asegura, ningún otro material. «Esto no es como un deshumidificador, que funciona a una alta humedad relativa. Algunas personas dicen que 0,7 litros no es mucha agua. Pero si no tienes agua, es mucha agua”, recalca Yaghi.