Si pensamos en cómo eran un envase de yogur o de leche hace 40 años, probablemente encontraremos diferencias con respecto a los que podemos ver a día de hoy en los supermercados. Muchas de estas diferencias son consecuencia de mejoras técnicas, innovación en materiales o un mayor compromiso con el medio ambiente, pero detrás de todas ellas está el diseño estructural.
¿Para qué sirve el diseño estructural?
El diseño estructural es la metodología que permite lograr la estabilidad, resistencia y rigidez de una determinada estructura mediante una combinación adecuada de materiales y diseño.
En el diseño estructural los materiales ocupan un papel fundamental, ya que se deben combinar criterios de funcionalidad, (por ejemplo, en el caso de que diseñemos un envase para líquidos, este no puede ser poroso y, dependiendo de lo que contenga, podrá ser traslúcido o no), pero también su rentabilidad económica (a la hora de diseñar una caja de cartón deberemos utilizar un gramaje y composición adecuados, que se ciñan a las necesidades de protección que realmente tenemos, de lo contrario estaremos desperdiciando material, pero del mismo modo una cantidad insuficiente podría dar lugar a que dicha caja no protegiese su contenido).
Cuando se trata de envases, el diseño estructural contempla tanto el envase como el embalado del mismo, y su objetivo es lograr que el producto llegue al consumidor en condiciones óptimas, teniendo en cuenta también el transporte, desembalado y exposición, por tanto, la persona responsable del diseño estructural ha de tener en cuenta, no solo las cualidades del contenido del envase, sino todos los procesos que va a experimentar a lo largo de su vida útil.
La relevancia del diseño estructural en el desarrollo de envases
Mas allá de la funcionalidad que el diseño estructural aporta al envase, encontramos en él un interesante vehículo de innovación. El envase es una representación de las cualidades funcionales, sensoriales y emocionales que una marca quiere encarnar. Por tanto, aunque podría limitarse a ser un continente, su actualización y modernización es una forma de diferenciación que las marcas no pueden pasar por alto.
En la actualidad, el diseño de envases incluye además el compromiso por reducir el impacto medioambiental, lo que implica un esfuerzo adicional en el desarrollo de materiales y formatos más verdes.
Curiosamente, a pesar de lo evolucionado que está el sector de diseño de envases, se da la circunstancia de que un 40% de los diseños fracasa, solo el 20% de los envases añade valor mientras que el 40% restante se limita a cumplir su función. En este contexto, el diseño estructural tiene mucho que aportar, puesto que es la herramienta que permitirá aunar tres objetivos: posicionamiento de marca, diferenciar el producto frente a la competencia y respetar la legislación vigente en lo referente a envases y sostenibilidad.
El diseño estructural de un envase contempla su forma y su funcionalidad, y ambos aspectos tienen un impacto directo en el consumidor y en su decisión de compra. Tal como plantea el especialista en diseño Stergios Bititsios: “El sistema cognitivo humano tiene la capacidad de percibir e interpretar el propósito del objeto físico tridimensional en cuestión de fracciones de segundo, mientras que necesita tiempo para registrar y procesar un texto”. Los envases de cereales, por ejemplo, solo se diferencian por las imágenes que aparecen en sus cajas, pero el diseño estructural de un envase supone aprovechar la capacidad de percepción y memoria del consumidor en favor de la marca y permite crear objetos funcionales, ergonómicos y fácilmente diferenciables.
Identidad estructural
En base a todo lo anterior, nos encontramos con que el diseño estructural puede ayudar a una marca a crear lo que se conoce como la identidad estructural del producto, en la que se recoge la esencia de la marca que, además, se hace reconocible durante todo el ciclo de consumo del producto.
El envase, más allá de su función de contención y protección, sirve para identificar la marca, convirtiéndose en un elemento de confianza, por tanto, podríamos afirmar que el envase, en cierta forma, también es el producto. En un contexto altamente competitivo como el actual, la construcción de la identidad estructural de los productos tiene el difícil reto de facilitar la identificación inmediata (escogemos la leche que consumimos sin leer, porque reconocemos su envase), al mismo tiempo que transmite los valores que posicionan a la marca. El diseño de los envases es el área que sostiene este reto y el diseño estructural la herramienta que hace posible el desarrollo de nuevas soluciones.
Un buen producto mermará su calidad si no lo acompaña un buen envase, por lo que el diseño estructural se convierte en un elemento imprescindible que permitirá alinear ambos factores, al mismo tiempo que contribuye a forjar una identidad propia.