El diseño ético puede ser un objetivo de las empresas para posicionarse como organizaciones responsables, a la vez que mejoran su eficiencia y ahorran materiales y costes, combinando innovación, protección ambiental y compromiso social.
Es en la fase de diseño de un producto o un envase donde se toman decisiones que afectarán a toda su vida útil, incluyendo la producción, consumo, recuperación y reciclaje. Si el diseño es bueno, el producto funcionará mejor, pero… ¿es esta la única cualidad que le pedimos hoy en día un producto?
Productos con compromiso
Gracias a los procesos de innovación tecnológica, los productos manufacturados son cada vez más eficientes, porque necesitan menos materia prima, tienen una huella ambiental más baja y son más reciclables.
De hecho, el 80% del impacto ambiental de un producto se genera durante su fase de diseño. Este porcentaje no solo no ha disminuido en los últimos 20 años, sino que en muchos casos ha aumentado, según Design Council.
Pero hay que dar un paso más para reducir la huella de los productos e introducir en su diseño otros factores que apelan a su compromiso social y ambiental. Es aquí donde nace con fuerza el enfoque del diseño ético.
De hecho, esta idea proviene de un concepto mucho más amplio: el desarrollo ético (o la ética del desarrollo). Este término, que se refiere a introducir la ética en el conjunto del crecimiento económico a nivel mundial bajo el paradigma del “buen vivir”, tiene como principios básicos el respeto por la dignidad humana, la protección del medio ambiente y la solidaridad.
¿Cómo es el diseño ético?
Lo que algunos llaman “diseñar (o rediseñar) para el Planeta” significa pensar y dar forma a productos responsables con el medio ambiente y la sociedad. Otros hablan de “diseño regenerativo”, un concepto muy introducido en el mundo de los arquitectos y los urbanistas. Algunos criterios para conseguir un diseño ético son:
- Uso de materiales. Reducir el uso de materias primas vírgenes y utilizar material reciclado (más es menos), pensando también en la reciclabilidad del producto a un 100%. Reutilizar lo que todavía es aprovechable. Así, se reduce el consumo de energía y de emisiones de C02 (el diseño es una poderosa herramienta para luchar contra el cambio climático).
- La sencillez es la clave. El diseño ético es inclusivo, funcional y confiable, además de atractivo, fácil de usar e intuitivo.
- Hacerlo atractivo. Es importante que el diseño ético cumpla su función y objetivos, pero también que guste a los consumidores para que éstos entiendan su valor añadido. El diseño ético también es el que usa energías renovables o consume productos locales.
- Objetivos sociales. Son tan importantes como los ambientales. Hay que pensar en las personas y conseguir que los productos o servicios diseñados ayuden al desarrollo sostenible y la habitabilidad. Un diseño ético también es el que facilita la vida y elimina desigualdades.
¿Qué podemos diseñar mejor?
Casi todo. Si miramos a nuestro alrededor, todo lo que vemos y usamos tiene diseño. Por eso queda mucho por hacer. Por ejemplo, un sitio web puede diseñarse de manera que reduzca sus emisiones de carbono, una cama de hospital puede estar pensada para facilitarle el trabajo al personal de limpieza y los residuos textiles que genera un vehículo fuera de uso se pueden usar para diseñar ropa ética.
En su aspecto social, el diseño ético también tiene grandes ejemplos. Las pantallas digitales de más de 100 paradas de autobús en Brasil también sirven como “acompañantes online” de las mujeres para evitar abusos sexuales, mientras que en Tailandia hay paradas de autobuses que emiten un sonido muy especial para personas ciegas.
Dicen que el diseño es lo que sucede cuando las personas usan la creatividad para resolver problemas. Pues bien, ahora toca arreglar el desastre climático, proteger el medioambiente y pensar en los más desfavorecidos.