7 principios de la economía verde, una veterana con mucho futuro
18/10/2024

Hay muchas formas de englobar los progresos y las nuevas formas de actividad que se desarrollan bajo el criterio general de la sostenibilidad ambiental. Dependiendo de la perspectiva del enfoque y el tipo de actividad que agrupe, podemos referirnos a la economía limpia, azul, circular (o espiral), ecológica, baja en carbono, bio, regenerativa, responsable, del bienestar, colaborativa…

No siempre es fácil navegar por ellas y diferenciarlas, porque su transversalidad hace que unas estén integradas en otras, o porque, en el fondo, buscan lo mismo por diferentes caminos, aunque cada una pone más el acento en un aspecto concreto.

Pero hay un concepto que las abarca todas y que tiene el “pedigrí” de haber sido reconocida hace 22 años como “una aspiración global” en la famosa Cumbre de la Tierra de Rio de Janeiro de 1992, donde empresas, organizaciones sociales y gobiernos convocados por Naciones Unidas iniciaron una nueva era en la relación del ser humano con la naturaleza, o al menos se intentó.

En la Conferencia Mundial sobre Desarrollo Sostenible de 2012 (llamada “Rio+20”) la economía verde se consolidó como una herramienta imprescindible para alcanzar un desarrollo sostenible, económico, social y ambiental. De hecho, toda la cumbre giro en torno a este enfoque, su definición y las herramientas para desplegarla a gran escala.

Qué es la economía verde

El Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) la definió como “aquella economía que posibilita un mejor bienestar humano y equidad social, reduciendo significativamente los riesgos ambientales y las escaseces ecológicas”. En su expresión más simple, la economía verde es considerada como baja en carbono, eficiente en recursos y socialmente inclusiva (la segunda premisa ya entronca directamente con la economía circular, mucho antes de que ésta alcanzara la mayoría de edad).

En la base de toda economía verde está no sobrepasar los límites biofísicos del Planeta; es decir, no consumir más recursos de los que la naturaleza puede proveer sin ser penalizada, pero a la vez aspirar a un desarrollo humano digno para todos.

Una manera de medirlo son los “Nueve límites planetarios”, un enfoque creado por el Stokholm Resilence Centre que analiza la evolución de nueve límites que no deberíamos en ningún caso traspasar, como la pérdida de biodiversidad, las emisiones de C02, la acidificación de los océanos, la contaminación del aire, etc.

Dado que ya hemos sobrepasado seis de los nueve límites, la economía verde aspira a jubilar el modelo caduco de capitalismo lineal y contaminante para introducir un sistema donde sí se respeten estos nueve límites, o en todo caso donde la producción y consumo de bienes y servicios reduzca su huella ambiental al máximo.

En la economía verde, la mejora de los ingresos (desarrollo económico) y la creación de empleo necesita de inversiones (tanto públicas como privadas) enfocadas a reducir las emisiones de carbono y la contaminación, y a fomentar la eficiencia en la producción energética y en el uso de los recursos, así como a evitar la pérdida de los servicios de los ecosistemas.

Hoy, la economía verde ha demostrado que no sólo es la solución a los problemas ambientales, sino también que es rentable para empresas y organizaciones tanto a nivel económico como en la mejora de la reputación corporativa, entroncando con las estrategias de ESG.

Según un informe de Oxford Economics y la ingeniería Arup, la economía verde y el conjunto de actividades que agrupa podría aportar en 2050 a la economía global 10,3 billones de dólares, lo que supondría un 5% del PIB mundial que se calcula que tendremos en ese año.

7 principios de la economía verde

Hay muchas opciones para definir los principios y objetivos de la economía circular, pero existen 7 aspectos que compendian la esencia de lo que se persigue con este modelo, a la vez que apunta hacia los sectores de actividad que tendrán más protagonismo.

    1. La economía verde pone por delante el valor del capital natural. Los llamados servicios que genera el capital natural (bosques, lagos, océanos…) sufren una “invisibilidad económica” y su degradación no se “contabiliza”. Hay que proteger este capital natural, por ejemplo, aumentando la reforestación, regenerando los actuales sistemas agrícolas, invirtiendo en nuevas infraestructuras de suministro de agua o fomentando la pesca sostenible.
    2. La economía verde es clave para mitigar la pobreza. Se trata de facilitar nuevas oportunidades para el desarrollo económico y la mitigación de la pobreza sin dilapidar los activos naturales de un país. Este enfoque es imprescindible en los países de renta baja, donde los servicios de los ecosistemas naturales son un componente clave del sustento de las comunidades rurales.
    3. La economía verde crea puestos de trabajo. Bajo los escenarios de inversión verde, sectores como el agrícola, la construcción, el forestal y el transporte, entre otros, experimentarían un incremento del empleo a corto, medio y largo plazo superando el número de empleos en comparación con el modelo actual (crear más empleo que aquel que se destruirá en la transformación verde de determinadas actividades económicas).
    4. La economía verde elimina los combustibles fósiles y promueve las energías renovables. Es un proceso fundamental para combatir el cambio climático que irá acompañado del uso de tecnologías de bajas emisiones de carbono. Se asegura también la estabilidad en el mercado de la energía (reducción de la dependencia exterior de los países).
    5. La economía verde promueve un uso eficiente de los recursos. La inestabilidad de los mercados de materias primas y la escasez por agotamiento de algunas de ellas nos obliga a ser más eficientes en la producción de bienes, tanto desde las empresas (ecodiseño y ecoeficiencia) como desde el consumo (demanda, consumo responsable y sostenible). El principal reto consiste en desacoplar el crecimiento económico del consumo de materias primas y energía (desmaterialización). Aquí se encuadran todas las actividades de la economía circular(reducir, reutilizar, reparar, reciclar, etc.).
    6. La economía verde facilita la vida urbana sostenible y la movilidad baja en carbono. Las ciudades tienen la oportunidad de aumentar la eficiencia energética y reducir emisiones y residuos, ofreciendo los servicios básicos a sus ciudadanos de forma sostenible a través de la renaturalización y de medios de transporte innovadores y con bajas emisiones. Además, la “ciudad verde” ofrece mayor bienestar evitando riesgos para la salud.
    7. La economía verde crece más rápido que la “marrón” mientras conserva y restaura el capital natural. Se trata de romper con la disyuntiva entre desarrollo y calidad ambiental. Si se invierte anualmente el 2% del PIB mundial en economía verde, para 2050 habremos obtenido un crecimiento económico que, como mínimo, será igual a la previsión de crecimiento más optimista del actual modelo económico (“economía marrón”), teniendo en cuenta además que se preservarían mucho mejor los ecosistemas naturales.