La vida en la Tierra, tal y como la conocemos, es posible gracias al Sol. Es fuente de calor y de luz, y desde que el ser humano existe, las diferentes civilizaciones que fueron apareciendo dedicaban una veneración especial este astro. Sin embargo, si investigamos acerca de cuándo empezó a usarse el sol como fuente de energía, la primera referencia documentada la encontraremos en el S III a.C., cuando Arquímedes utilizó unos espejos para quemar las naves del general romano Marcelo en la batalla de Siracusa, reflejando la luz solar.
Maximizar el poder del sol
Desde tiempos de Arquímedes hasta hoy, la ciencia ha evolucionado lo suficiente como para lograr recoger la energía solar y transformarla en electricidad para sacar de ella el máximo partido:
- Energía solar pasiva. Se trata de la fórmula más antigua de aprovechamiento de la energía del sol. No utiliza mecanismos específicos, sino que se limita a aprovechar la luz y el calor del sol, por lo que se trata de un recurso básico en la arquitectura, (en especial en la arquitectura bioclimática), que permite reducir las necesidades de climatización y luz artificial. Aprovecha la ubicación, orientación, adapta los materiales de construcción y aislamiento…
- Energía solar térmica. También conocida como energía termosolar, utiliza espejos como ya hizo Arquímedes en su momento, pero en este caso el objetivo es recoger la energía calorífica del Sol. Ese calor calentará un fluido y mediante tuberías se puede utilizar para climatizar una vivienda o calentar el agua que se consume en ella, incluso para alimentar la cocina.
En el caso de centrales solares térmicas, el calor recogido (que puede llegar a alcanzar los 1000ºC) calentará un fluido que generará vapor con el que mueve una turbina que genera electricidad. En este caso, hablaremos de energía solar térmica de concentración. Podremos diferenciar tres tipos de energía solar térmica en función de las temperaturas que se alcancen: de baja temperatura (hasta 65 ºC), de media temperatura (hasta 300 ºC), y de alta temperatura (superando los 500 ºC).
- Energía solar fotovoltaica. A través de paneles solares fotovoltaicos la energía solar se convierte en electricidad. Los paneles fotovoltaicos (que son placas solares instaladas en casas o edificios, o grandes instalaciones conocidas como plantas fotovoltaicas) están compuestos por células de silicio que son capaces de transformar el calor y la luz solar en electricidad. La particularidad de la energía solar fotovoltaica es que no se puede almacenar, por lo que el excedente fotovoltaico se vende a la red de consumo, de modo que dicha energía no se pierde.
- Energía solar híbrida. Esta fórmula combina la energía solar térmica o fotovoltaica con otra fuente de energía. Lo ideal es alternarla con otras fuentes renovables, como la energía eólica (existen sistemas híbridos fotovoltaicos y eólicos que combinan paneles solares con aerogeneradores y permiten aprovechar los recursos del sol y el viento), aunque también se recurre en ocasiones a generadores diésel. De esta manera, se logra generar energía de forma constante, ya que las carencias que pueda tener la energía solar en caso de que las condiciones climáticas no sean favorables, son suplidas con otra fuente alternativa, algo muy útil en determinados momentos del día o del año.
¿Por qué decantarnos por la energía solar?
Recurrir a la energía solar nos va a aportar grandes ventajas, y es que hablamos de una fuente de energía renovable, inagotable y gratuita (al margen de la instalación inicial, que es fácilmente amortizable).
Recurrir a la energía solar implica además la reducción del uso de electricidad, gas y combustibles fósiles. Hablamos de una energía que no emite sustancias tóxicas ni contaminante, lo que la sitúa en una posición privilegiada en la lucha contra el cambio climático.
Por último, hablamos de una energía que abre la vía del autoconsumo, de hecho, en nuestro país existen subvenciones que tratan de incentivarlo. Por otro lado, cuando hablamos de centrales termosolares o fotovoltaicas, encontramos un interesante motor de empleo y riqueza que normalmente repercutirá en áreas rurales.
Según el Informe del sistema eléctrico español 2021 realizado por REE (Red Eléctrica de España), las energías renovables produjeron el 48,4% del total de la energía consumida en nuestro país en 2021 gracias al incremento de la aportación hidráulica y solar fotovoltaica.
Las instalaciones solares fotovoltaicas han logrado aumentar su potencia instalada, lo que las ha convertido en la cuarta fuente del parque generador peninsular, con un peso del 13,8 % del total. Este impulso ha permitido que su producción eléctrica, durante el año 2021, experimente un aumento del 37,4 %, lo que supone un nuevo récord de generación anual.
La consolidación de la energía solar fotovoltaica como potencia renovable, representa un fuerte impulso a la transición energética y al cumplimiento de la senda de integración fijada en el Plan Nacional Integrado de Energía y Clima (PNIEC), con horizonte 2030. Continuar esta senda que en nuestro país se posiciona como una vía factible y de éxito, será la clave para la descarbonización.