Existen diversos obstáculos posibles en el camino de transición hacia una economía circular y hacia un futuro menos tóxico. Algunos son intangibles y se encuentran en la esfera ideológica y cultural, como pueden ser la resistencia al cambio, pero otros son muy tangibles. En este último grupo hay que incluir la presencia cada vez más importante en nuestras economías de productos químicos, algunos de ellos contaminantes e incluso peligrosos.
La Agencia Europea del Medio Ambiente ha señalado que “en un contexto de economía circular, supone una especial preocupación nuestra creciente dependencia de los productos químicos. Al cerrar los bucles de material, debe evitarse, en principio, la acumulación de sustancias peligrosas. Un desafío clave a este respecto es lograr el equilibrio adecuado entre las cantidades de materiales que se reciclarán y su calidad (no tóxica)”.
Esta cuestión preocupa pero, paradójicamente, no es objeto del nivel de divulgación de otros temas inquietantes como, por ejemplo, el cambio climático. Esto explicaría porque no ha sido demasiado divulgado un informe realizado por el European Environmental Bureau, con el apoyo económico de la Comisión Europea, y que lleva por título Keeping clean: how to protect the Circular Economy from Hazardous Substances.
El estudio se centra precisamente en el análisis de cómo la cuestión de los productos peligrosos dificulta la implementación de una economía circular y, lo más importante, es que propone grandes directrices para que los decision-makers puedan superar este problema en un futuro inmediato.
Respecto a la primera parte, Keeping clean destaca el fracaso del marco legal actual para asegurar que la información sobre los productos químicos peligrosos se transmita correctamente a lo largo de todo el ciclo de vida de un material, así como sus posibles ciclos de vida posteriores.
Esta realidad, apunta el informe, coloca a los operadores económicos en una situación en la que les es más costoso cumplir con los requisitos legales que protegen la salud humana y el medio ambiente cuando utilizan materiales reciclados y recuperados que cuando utilizan materiales vírgenes.
En cuanto al segundo aspecto, de cómo enfocar la cuestión en el futuro, el informe reclama una adaptación del marco legal a los desafíos que plantea la economía circular.
Tres estrategias para ir hacia un futuro menos tóxico
Esta adaptación se debería emprender con tres estrategias que apelan directamente a la responsabilidad de los agentes políticos.
La primera consiste en que estos agentes tomen las decisiones adecuadas para evitar que los productos químicos peligrosos entren en el ciclo de materiales. Según el informe, esta sola medida supondría una protección de la salud humana y el medio ambiente, pero además facilitaría el futuro uso de materiales recuperados para operadores económicos y, por tanto, la economía circular. Se trataría simplemente de implementar totalmente el reglamento REACH y de añadir legislación complementaria para restringir el uso de productos químicos peligrosos.
La segunda estrategia se centra en garantizar que los operadores económicos tengan acceso a información suficiente sobre la presencia, ubicación y concentración de productos químicos peligrosos en materiales recuperados de los residuos. Esto reduciría las dificultades de los operadores económicos que fabrican productos con materiales recuperados y, obviamente, también sería beneficioso para la salud y el medio ambiente.
Y última, pero no menos importante, se trataría de asegurar que el marco legal no sea mas laxo respecto a la protección de la salud humana y el medio ambiente cuando los productos contengan materiales recuperados. Según el informe, esto comporta, entre otras medidas, la necesidad de descontaminar los residuos antes de que puedan ser recuperados.