Noruega: ¿es compatible la circularidad y la riqueza?
18/08/2021

En el imaginario colectivo Noruega es un país que lo tiene casi todo. En el Índice de Desarrollo Humano (IDH) se sitúa el primero, y en otras métricas más convencionales, como el PIB per cápita, está entre las diez primeras posiciones. Su fondo soberano de un billón de euros garantiza la prosperidad y el bienestar a sus habitantes. Además, el 98% de su electricidad es de origen renovable lo que sitúa al país en un buen punto de partida para lograr la neutralidad en carbono dentro de tres décadas.

Pero el casi tiene sentido: existe un pequeño contrapunto a esta impecable hoja de servicios. Solo el 2,4% de la economía noruega es circular. Cabe recordar que la circularidad global, según el Circularity Gap Report, se encuentra en este momento en el 8,6% y que en los Países Bajos, que pueden exhibir un nivel de vida cercano al de Noruega, dicho índice se acerca al 25%. Se puede decir de otra manera: el 97,6% de los materiales consumidos cada año en el país escandinavo no vuelven a aportar valor a su economía. Noruega no está aquí entre los primeros.

Sin embargo las condiciones para dar el salto a la circularidad existen. Según Circular Norway, el país posee  un marco para el éxito en una transición a una economía circular y, con las intervenciones adecuadas, este potencial podría llevar a multiplicar por 20 su actual circularidad.

En concreto, Noruega podría llegar a ser un 45,8% circular mediante la reestructuración del comercio y la industria. Circular Norway ha apuntado los seis factores que podrían contribuir a los cambios necesarios hacia una estructura  economía circular y sostenible

6 factores que potencian circularidad y riqueza

Más allá de las iniciativas nacionales, existe un poderoso factor que puede contribuir a esta evolución: la Unión Europea. Aunque Noruega no pertenece a ella, sí que forma parte del Espacio Económico Europeo y esto implica que la UE es su socio comercial más importante. A su vez, esto comporta una sintonía con las acciones previstas en el Plan de acción para la economía circular adoptado en 2020.

Noruega tiene una de las tasas de consumo per cápita de materiales más altas del mundo con 44,3 toneladas por persona. Si todos los habitantes del planeta vivieran como los noruegos, serían necesarios tres planetas y medio, ya que pocos consumidores noruegos eligen productos hechos con materiales reciclados o servicios y productos de plataformas de intercambio circulares.

Se da la circunstancia de que muchas sociedades poco desarrolladas, precisamente por su condición, pueden tener niveles de circularidad mayores que países altamente desarrollados. En zonas rurales de los primeros países, la vida tradicional en el campo ya comporta un cierre de los ciclos y el aprovechamiento máximo de todos los materiales por razones básicas de supervivencia. En las zonas urbanas de estos países, la economía informal, por escasez y por oportunidad, lleva a la reutilización de numerosos productos que en otros países serían rechazados por los consumidores.

Obviamente esto va asociado a la pobreza y, en muchos casos, es el origen de otros problemas ambientales. Hasta hace poco la mentalidad colectiva, en general, era menos proclive al usar y tirar porque había que conservar al máximo los bienes materiales. Este patrón se ha visto alterado por la globalización y la reproducción mimética de las conductas de los países llamados ricos, tal y como explica en profundidad este estudio.

El caso noruego ilustra a la perfección que riqueza no equivale  a circularidad, aunque está claro que la circularidad puede conducir a una riqueza más auténtica.