Nos quedamos en números rojos
26/06/2020

La crisis del coronavirus ha retrasado el Día de Sobrecapacidad de la Tierra, es decir, el momento en el que los humanos ya habríamos llegado al tope del presupuesto anual que legítimamente podemos exigirle al planeta.

Se trata de una medida que elabora la Global Footprint Network para evaluar nuestra huella ecológica y tomar conciencia de ello. La realidad es que, desde 1970, este día se adelanta cada año, signo de que el ritmo con el que engullimos los recursos naturales es cada vez más acelerado.

Sin embargo, en 2020 la crisis del coronavirus ha pospuesto el Earth Overshoot Day hasta el 22 de agosto, ya que nuestro productivismo voraz habitual se ha visto obligado a tomarse un descanso de varios meses a causa de las medidas tomadas en prácticamente todos los países para contener la propagación del virus SARS-CoV-2.

El fuerte frenazo por la COVID-19 ha acarreado, por supuesto, consecuencias devastadoras para las personas, que si no han perdido la vida ellas mismas se han tenido que despedir —y a distancia— de sus seres queridos. Asimismo, ha ocasionado daños sin precedentes sobre la economía y el empleo. Pero también, aunque no lo compensa, ha supuesto una reducción de la huella ecológica desde el 1 de enero del 9,3% en comparación con el mismo periodo de 2019, cuando el Earth Overshoot Day tuvo lugar tres semanas antes.

“La COVID-19 hizo que la huella ecológica de la humanidad se contrajera, demostrando que es posible cambiar los patrones de consumo de recursos en un corto plazo. Sin embargo, la verdadera sostenibilidad que permite a todos prosperar en la Tierra sólo puede lograrse con planificación, y no con un desastre”, aseveraron los promotores del Earth Overshoot Day en un comunicado.

Por otro lado, los “buenos” datos se dan únicamente a nivel global, porque España, pese a ser uno de los países más afectados por la emergencia sanitaria, ya ha pasado su Día de Sobrecapacidad. Concretamente, lo hizo el 27 de mayo.

Según esta fórmula, si todos los habitantes del mundo consumieran lo que consumimos en España, a partir del 28 de mayo no habría ya agua, energía, alimentos y demás recursos imprescindibles para satisfacer las necesidades vitales de la humanidad. Estamos, por tanto, en deuda con el planeta. No ya con el cuerpo celeste —que también— sino con el conjunto de habitantes que lo pueblan.

Los españoles no son los únicos derrochadores, aunque tampoco sirva de excusa. Los primeros en agotar los recursos del planeta que deberían haber gestionado mejor para que les durasen todo el 2020 fueron Qatar y Luxemburgo. Ambos pasaron su Overshoot Day tan pronto como el 11 y el 16 de febrero, con la resaca de año nuevo todavía reciente y mientras los más avispados seguían con preocupación el avance de la pandemia (cuando ni siquiera había sido declarada pandemia).

Después llegó el Earth Overshoot Day de —en este orden— Emirates Árabes Unidos, Kuwait, EEUU, Canadá, Dinamarca y Australia, todos ellos en marzo. En abril, Suecia, Finlandia, Bélgica, Arabia Saudí, Corea, Singapur, Noruega, Rusia, Eslovenia e Irlanda. Y, ya en mayo, Israel, Holanda, Alemania, Nueva Zelanda, Suiza, Japón, Francia, Italia, Reino Unido, Grecia, Chile, Portugal y España. Este mes de junio les llegará la hora de entrar en crédito ecológico a Bahamas, Montenegro, China y Argentina.

Entre los últimos países del “ranking”, los que menor huella ecológica tendrían según este análisis, son: Cuba, Nicaragua, Iraq, Ecuador e Indonesia.

Cómo reducir la huella ecológica

Las correlaciones entre huella ecológica y desarrollo económico, en algunos casos, son obvias. No obstante, todas las naciones pueden trabajar para reducir su impacto y retrasar el momento en que se rebasa el límite de agotamiento de recursos o, incluso, no llegar a traspasarlo, como debería suceder si queremos lograr un sistema más justo y un reparto equitativo de la riqueza natural de la Tierra.

En este sentido, desde la Global Footpring Network recomiendan tomar nota de lo que podemos aprender sobre los esfuerzos llevados a cabo para controlar la pandemia y aplicarlos a la transición ecológica:

Para empezar, el hecho de que los gobiernos son perfectamente capaces de actuar rápidamente, que han demostrado “tanto en términos de regulaciones como de gastos, cuando ponen las vidas humanas por encima de todo”.

También, que “la humanidad es una biología y es más fuerte cuando actuamos juntos”, lo cual afecta a las empresas y a los individuos por igual, pues “pueden alinearse y colaborar eficazmente en la búsqueda de un objetivo compartido cuando las personas reconocen que sus propias vidas, y las de las personas que aman, pueden estar en riesgo”.

La tercera gran lección que destacan en el escrito es que “las acciones necesarias para protegerse a uno mismo, al hogar y a la comunidad de cada cual también protegen a los demás; las decisiones que uno toma a todos los niveles tienen consecuencias para todos”.