Producción sostenible de alimentos, un desafío
07/05/2018

La economía circular es un concepto que puede ser aplicado a casi cualquier proceso de la economía, la industria, la producción o el consumo. Por ello, el sector de la alimentación no es ajeno a la necesidad de nuevos parámetros para ser más eficientes e innovadores y lograr una producción sostenible de alimentos.

Christian Kurrer y Carys Lawrie denuncian que la producción ganadera tiene un enorme impacto ambiental -en emisiones, usos de la tierra, contaminación y disponibilidad de recursos- en un artículo publicado en el Blog del Servicio de Investigación del Parlamento Europeo que titulan: “¿Qué pasa si toda nuestra carne fuera cultivada en un laboratorio?”

Alimentos no sostenibles para el ganado

De hecho, según la FAO “el sector ganadero consume anualmente 6.000 millones de toneladas de alimentos entre forrajes, granos, piensos y otros materiales, incluyendo un tercio de la producción mundial de cereales”. Llama la atención, también, sobre que el 86 por ciento de la ingesta animal se compone de materiales que no son de consumo humano y que los derivados de la soja, “cuya producción en ocasiones resulta un factor clave en el cambio de usos de suelos”, representa un 4 por ciento de la ingesta animal a escala global.

Asimismo, advierte de que el sector ganadero contribuye significativamente al total de emisiones humanas de Gases de Efecto Invernadero: “Se estima que las cadenas de producción ganadera emitieron globalmente un total de 8,1 gigatoneladas de CO2-eq en 2010 (usando los últimos índices de potencial de calentamiento del IPCC: 298 para N2O y 34 para CH4). El metano (CH4) representa un 50 por ciento del total -ya que las vacas y las ovejas producen gran cantidad de este gas de efecto invernadero durante la digestión-. El óxido nitroso (N2O) y el dióxido de carbono (CO2) muestran porcentajes similares, siendo éstos un 24 y un 26 por ciento, respectivamente”.

Es decir, que el ganado vacuno es el mayor emisor de GEI con alrededor de 5,0 gigatoneladas de CO2-eq, que representan el 62% de todas las emisiones del sector ganadero. La Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura señala que el ganado vacuno de carne y el ganado vacuno de leche emiten cantidades similares de GEI mientras que “los cerdos, las aves de corral, los búfalos y los pequeños rumiantes tienen niveles de emisión menores, que representan entre el 7% y el 11% de las emisiones totales”.

El fin de la ganadería está cerca

Al ritmo actual, las temperaturas subirán hasta cinco grados en un siglo y el sur de Europa será un desierto. Ser carnívoro se volverá inaceptable, como ahora lo es conducir ebrio”, ha manifestado Nicholas Stern, execonomista jefe del Banco Mundial y autor de “La verdad sobre el Cambio Climático”, conocido como “Informe Stern” y texto de referencia en cualquier análisis que verse sobre este fenómeno.

Tierra, recursos y ganadería

Además, Christian Kurrer y Carys Lawrie señalan en su artículo que la tierra que utiliza el sector ganadero para criar animales más la tierra que se usa para cultivar lo que se les da de comer equivale a alrededor del 30% de la superficie terrestre libre de hielo del mundo.

A los datos de la FAO, estos autores añaden la dependencia de la industria de los combustibles fósiles y el uso de fertilizantes químicos, que se utilizan a menudo para intensificar la producción y el pastoreo intensivo de ganado, y que puede conducir a la degradación de la tierra.

¿Y qué va a pasar si finalmente se cumple la proyección de que para el 2050 la población mundial puede casi alcanzar los 10.000 millones? En ese caso, los expertos estiman que la producción mundial de alimentos debería aumentar en un 50%. Esto agravaría los datos anteriores y no sería tan fácil un cambio generalizado de hábitos alimenticios hacia una dieta con menos proteínas animales.

Necesitamos alimentos innovadores

Además, está la cuestión del cambio climático. El IPCC ya ha advertido de que el acceso a cultivos esenciales como el trigo, el arroz y el maíz se verá afectado, así como la estabilidad en sus precios. En esta línea, de nuevo la FAO señala que además de estos impactos, el calentamiento puede cambiar la geografía al servicio de la producción de alimentos.

Ante esta situación Kurrer y Lawrie se preguntan “¿Podría la carne cultivada en laboratorio ser la respuesta a nuestros problemas medioambientales? ¿Cómo afectaría esto al sector agrícola de la Unión Europea?”. Frente a esta solución, la economía circular aporta también innovadoras soluciones para combatir el problema de las emisiones de la producción ganadera -y del sector agrícola, que también las tiene- así como sobre la disponibilidad de recursos en un mundo amenazado por episodios climatológicos cada vez más extremos (lluvias torrenciales en unos lugares o sequías extremas en otros) que no hacen sino agravar el problema de la disponibilidad de recursos en un planeta en el que la población no deja de aumentar.

Un ejemplo son las propuestas de la Guía de Economía Circular del sector agroalimentario, elaborada por el Laboratorio de Ecoinnovación, que propone en este sentido alimentar el ganado con productos orgánicos propios y subproductos procedentes de otras industrias alimentarias.

En general, y no sólo para el sector agroalimentario, también plantea el desarrollo de nuevas categorías de producto alimentario (por ejemplo, harina de café) a partir de subproductos orgánicos, así como diversificar las fuentes de ingresos más allá del producto tradicional (pescado, arroz, etc.) aprovechando los subproductos orgánicos en otros sectores (salud, envases, etc.). Y, por supuesto, recomienda combatir el desperdicio alimentario recuperando fruta y verdura, como hace la organización sin ánimo de lucro “Espigoladors” que los convierte en conservas y mermeladas artesanales.

La guía del Laboratorio de Ecoinnovación pone también como ejemplo lo que hace la empresa Roia Ecocarproductora de carne ecológica de ganado que alimenta con cereales que produce con criterios sostenibles en sus propias explotaciones.

La Guía concluye que el sector agroalimentario tiene un alto potencial de aplicación de la economía circular. “Por un lado, los flujos orgánicos pueden ser fácilmente gestionados mediante ciclos biológicos -como el compostaje y la digestión anaerobia (biometanización)- con el fin de valorizarlos material o energéticamente, y por otra parte, pueden ser aprovechados en cascada en función de su calidad (subproductos de consumo humano aprovechados para consumo animal)”, señala.

Además, indica que, precisamente, la economía circular ha surgido en el sector como respuesta y solución a las presiones que recibe el sector agroalimentario por la importante movilización de recursos (agua, energía, nutrientes y materiales) que supone, y, por eso también, cada vez más muestra más dinamismo en el ámbito de la innovación.