Qué es la economía circular
26/03/2018

Escuchamos hablar mucho de la economía circular y está en todas las agendas y hojas de ruta sobre sostenibilidad ambiental y economía. Pero ¿qué es la economía circular? O mejor dicho ¿para qué sirve y por qué se habla tanto ahora de ella?

Principios de la economía circular. ¿Qué es la economía circular?

Para entender la economía circular hay que hacer una contraposición con la llamada economía lineal, que es la que hemos desarrollado desde la revolución industrial. Básicamente la economía lineal consiste en extraer y transformar materias primas, producir con ellas productos y bienes, comercializarlos, consumirlos y desechar los residuos que generan, en la mayoría de los casos enterrándolos en los vertederos (controlados o no) o quemándolos para producir energía. A nivel mundial y en términos globales, apenas se reciclan residuos. Hoy, generamos 3,5 millones de toneladas de residuos a nivel mundial… ¡cada día! Lo más grave es que se calcula que para el año 2025, lleguemos a duplicar esta cantidad.

¿Por qué no funcionan los modelos económicos actuales?

El problema se agrava, porque según el Banco Mundial, seguiremos aumentando el número de toneladas de residuos generados a nivel mundial aproximadamente hasta el año 2070, momento en el cual se prevé una reducción paulatina. A ello contribuye el hecho de que cada vez son más los países que entran de pleno en la economía de mercado, donde la demanda de bienes y productos se incrementa con el aumento del poder adquisitivo de su población. Por cierto, los 7.400 millones que hoy vivimos en el Planeta pasaremos a ser casi 10.000 millones en 2050. Y, además, el 70% de estos casi 10.000 millones vivirán en ciudades. Cualquier estadística o gráfica que se consulte y que refleje datos de consumo global o impactos ambientales en los últimos 60 años tendrá, invariablemente, una curva vertiginosamente ascendente.

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Lo mismo ocurre, por ejemplo, con la venta de vehículos. En la actualidad circulan por el mundo unos 1.200 millones de unidades, pero en 2050 ya serán más de 1.500. La demanda de energía, según la Agencia Internacional de la Energía (IEA) se duplicará de aquí a 2050, y la mayoría de este incremento se verá cubierto todavía con el uso de combustibles fósiles. Finalmente, el mundo científico advierte de que, con las medidas adoptadas en el Acuerdo de París de 2015 para frenar el cambio climático, será casi imposible no superar la famosa barrera de los dos grados de aumento de la temperatura. Dicho de otro modo, harían falta medidas más exigentes y, quizás lo más importante, de manera urgente.

La economía lineal es un modelo obsoleto

En resumen, este modelo de economía lineal, que además ha crecido al mismo ritmo que el consumo y la globalización de la producción y el comercio internacional, ha provocado una situación de extrema presión sobre los recursos disponibles, incluso en algunos casos una sobreexplotación que ya resulta irreversible. Esto significa graves impactos ambientales, un alto consumo energético basado en combustibles fósiles y el consiguiente cambio climático, una pérdida de biodiversidad y una reducción significativa del bienestar humano, entre otros factores.

Cambiando a una economía verde y circular

Pues obviamente hay que cambiar, a no ser que queramos correr el riesgo de sufrir transformaciones indeseadas que afecten de pleno a nuestro actual sistema socio-económico, empezando por un impacto de tal calibre en el medio ambiente que los servicios ecosistémicos del capital natural dejen de proveer de aire, agua, tierra o alimentos.

Nuevos modelos de empresas se suman a la economía circular

1992 marcó en cierto sentido un “click” en la mentalidad de la humanidad. En la famosa Cumbre de Río de Desarrollo Sostenible convocada por las Naciones Unidas se oyeron voces en contra del actual sistema de crecimiento continuo y lineal que desbordaba la capacidad de carga del Planeta. La diferencia con cumbres anteriores es que los gobiernos, la sociedad civil y las empresas parecían coincidir en que había que empezar a cambiar. El medio ambiente comenzó a entrar en las agendas políticas a nivel internacional, a la vez que el sector empresarial encontró un nuevo paradigma mirando ya hacia el siglo XXI: la ecoeficiencia.  Esta concepto, fue una idea lanzada por Setphan Schmidheiney, quien afirmó que “será casi imposible que un negocio pueda ser competitivo sin ser también ecoeficiente”. Unos años antes (1987), se había publicado el informe Brundtland, donde aparece por primera vez la definición de desarrollo sostenible:

¿Qué es el desarrollo sostenible?

“Es el desarrollo que satisface las necesidades de la generación presente sin comprometer la capacidad de las generaciones futuras para satisfacer sus propias necesidades”.

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En 1995 el término ecoeficiencia es acuñado oficialmente por el recién creado World Business Council for Sustainable Delevopment (WBCSD). Desde entonces, son miles los ejemplos de ecoeficiencia aplicados en todo tipo de procesos industriales y actividades empresariales. Sin embargo, había que dar un paso más, otra vuelta de tuerca, porque el cambio global nos sigue amenazando y los indicadores no son nada halagüeños. Comenzamos entonces a masticar una nueva idea: la economía circular.

Nacimiento de la economía circular

Que estábamos sobrepasando los límites del Planeta ya era cosa sabida. No hay más que leer el famoso informe “Los límites del crecimiento”, encargado en 1972 por el Club de Roma al prestigioso Massachusetts Institute of Technology (MIT). Pero parece que a veces se necesita una crisis global para reaccionar, y ésta se produjo en 2009. Desde entonces, la idea de la economía circular emerge con fuerza como un nuevo paradigma frente a las triples crisis: económica, ambiental y social.

Había que empezar a pensar en aprovechar de otro modo los recursos, y olvidarnos de desperdiciar lo que ya empezábamos a no tener en abundancia. Y era cuestión de todos, porque la transformación debía ser global. Empresas, Gobiernos, organismos internacionales y sociedad civil empezaron a alumbrar una nueva visión sobre el mundo, sus recursos y, muy especialmente, la forma en que los usamos.

Aparece la primera fundación para la economía circular

Hay dos instituciones que han propuesto, posiblemente, las dos mejores definiciones de economía circular que hay hasta el momento.

Fundación Ellen MacArthur

Fundación Ellen MacArthur: “Es una economía restauradora que tiene como objetivo mantener la utilidad de los productos, componentes y materiales, y conservar su valor. Por lo tanto, minimiza la necesidad de nuevos insumos de materiales y energía, a la vez que reduce las presiones ambientales relacionadas con la extracción de recursos, las emisiones y los desechos. Una economía circular proporciona así oportunidades para crear bienestar, crecimiento y empleo, a la vez que reduce las presiones ambientales. El concepto puede, en principio, aplicarse a todo tipo de recursos naturales, incluidos materiales bióticos y abióticos, agua y tierra”.

La estructura “RESOLVER” que nos propone la Fundación Ellen MacArthur

 

Es interesante ver cómo se vincula la reducción de nuevos insumos, de las emisiones y de los desechos con la oportunidad de aumentar el bienestar humano y la protección ambiental. Y esto es clave, porque nos viene a decir que se puede seguir creciendo sin dañar el planeta ni agotar los recursos; es decir desacoplando crecimiento de consumo de materia y energía.

 

Agencia Europea del Medio Ambiente

La segunda definición nos llega de la Agencia Europea del Medio Ambiente (AEMA), y dice: ““En esencia, una economía circular representa una alternativa fundamental al modelo económico de tomar-hacer-consumir-tirar (lineal) que actualmente predomina. Este modelo lineal se basa en la suposición de que los recursos naturales están disponibles, son abundantes, fáciles de obtener y es barato deshacerse de ellos. Pero esto no es sostenible a medida que el mundo avanza y, en algunos casos, se exceden los límites planetarios.” De ella es destacable ver cómo nos dice claramente que hemos apoyado el crecimiento desbordado en las últimas décadas en la creencia de que los recursos naturales eran fáciles de obtener, abundantes y baratos. ¿Cuál puede ser el mejor ejemplo de esto? Pues los combustibles fósiles, los que hemos usado para el desarrollo precisamente porque eran baratos, abundantes y sencillos de obtener. Y esto, ha cambiado radicalmente.

¿Ejemplos de economía circular?

Este nuevo paradigma propone optimizar todo proceso económico-industrial incluyendo las fases del consumo y la gestión de los residuos, pero también cuestiona el sentido de la “sociedad de la pertenencia” frente a una nueva forma de “compartir recursos”, por ejemplo la emergente e imparable oferta de carsharing o coche compartido en nuestras ciudades frente al hecho de que un vehículo en propiedad está por término medio parado el 92% de su vida útil  (aunque es motivo para otro post, habría que señalar que aquí la economía colaborativa es un factor determinante).

Volviendo a la necesidad de producir con sensatez y eficiencia, la economía circular en las empresas arranca en el mismo instante en que ésta concibe, por ejemplo, un nuevo producto para fabricar y comercializar. Es entonces cuando se le aplicarán los criterios de ecodiseño e innovación tecnológica en el proceso para que: se usen menos materiales en su fabricación y menos energía (que debería ser de origen renovable), que estos materiales sean 100% reciclables al final de su vida útil, se analice toda la huella de carbono de su ciclo de vida, contenga materiales innovadores o biodegradables (y también materia prima secundaria proveniente del reciclaje), no sea perjudicial para la salud humana, esté certificada la trazabilidad de las materias primas usadas, no existan “mezclas” de materiales imposibles de reciclar… La lista puede ser muy extensa. La fabricación de un producto con criterios de economía circular puede llegar a reducir hasta en un 80% su impacto ambiental global.

La economía circular y la Unión Europea

Según la Unión Europea, la mejora de la eficiencia en el aprovechamiento de los recursos a lo largo de las cadenas de valor podría reducir los insumos materiales necesarios entre un 17% y un 24% para 2030, lo que se traduciría en un potencial de ahorro total de 630.000 millones de euros anuales para la industria europea, o el 8 % del volumen de negocios anual, reduciendo al mismo tiempo las emisiones anuales totales de gases de efecto invernadero en un 2-4 %. Ya os contaremos en otro blog de qué va exactamente el Plan de Acción de Economía Circular de la Unión Europea

Consumir también en circular

Ya tenemos el producto circular fabricado siguiendo todos estos criterios (a los que os guste ahondar más en los conceptos de economía circular en los procesos de fabricación, os recomendamos el libro “Cradle to Cradle” del químico Michael Braungart y el arquitecto William McDonough). Ahora tenemos que pensar en su huella de transporte. Es un poco contradictorio aplicar la circularidad en el proceso de fabricación, para tener después que transportar ese producto de un pico al otro del mundo. Aquí, el concepto de las economías locales cada día toma más fuerza.

El producto llega al consumidor, y éste disfruta de él. Aquí entra otro factor emergente: el consumo responsable. Comprar solo aquello que necesitemos y hacerlo perdurar en el tiempo contiene muchas de las “R” de las que luego os hablaremos. Finalmente, es la responsabilidad del consumidor facilitar el reciclaje de residuos que se deja para que su materia prima sea recuperada y pueda regresar al circuito económico.

¿De quién es la responsabilidad de La economía circular?

Como hemos visto antes, la respuesta es de todos. Es más, o lo hacemos todos o esto no funcionará. Y esta cadena de “R” con las que terminamos nuestro post así lo demuestra. Pensad que los ciudadanos tenemos responsabilidad sobre muchas de estas “R”; desde reparar (antes de tirar y comprar algo nuevo) hasta reducir (¿necesitamos realmente todo lo que compramos y tenemos?), pasando por reutilizar y, por supuesto, reciclar.

 

Consejos y ejemplos de economía circular