El programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente ha publicado un breve, aunque denso informe, en el que analiza el estado actual de los residuos electrónicos y propone algunos escenarios de futuro: Future e-waste scenarios.
El informe reconoce que los productos eléctricos y electrónicos, cuando dejan de funcionar, o bien cuando siguen funcionando pero aparece en el mercado una tecnología superior, se descartan inmediatamente y pasan a convertirse en residuos. La cuestión que apenas se de ninguna oportunidad a prolongar la vida de estos productos por no hablar del gran volumen de residuos que representan.
Cada año se generan 50 millones de toneladas métricas de residuos electrónico en todo el mundo, con una media de más de 6 kg por persona. La distribución entre países es muy desigual: los países más ricos producen más “basura electrónica”. Noruega, por ejemplo, produce 28,5 kg por persona al año, frente a una media de menos de 2 kg en los países africanos. Incluso en los países más desarrollados, apunta el informe, la gestión de los residuos electrónicos ha demostrado ser increíblemente difícil.
Future e-waste scenarios identifica, en primer lugar, los principales factores relacionados con estos residuos. A saber: la tecnología, los impactos, la gestión, las políticas, las empresas, y los usuarios. Veamos a continuación de forma sucinta como caracteriza el documento cada uno de estos factores.
Análisis de factores clave
Sobre la tecnología comenta que la digitalización puede contribuir a reducir el uso de productos electrónicos en el futuro gracias a la extensión de servicios virtuales (streaming, computación en la nube, y la compra de servicios en lugar de productos), requiriendo por tanto menos hardware en los hogares. Sin embargo, como el número total de usuarios tiende a aumentar, se prevé que el uso total de productos electrónicos crezca y con él la cantidad de residuos electrónicos generados.
En cuanto a los impactos ambientales, el documento indica que la extracción de recursos críticos para la electrónica genera un incremento en el uso de tierra, agua y energía e incide en cuestiones socioeconómicas que incluyen riesgos para la salud, violación de derechos humanos y conflictos bélicos. Por otra parte, los elementos utilizados en la fabricación también pueden dejar un largo rastro de toxicidad. Por ejemplo, los gases fluorados utilizados en la producción de pantallas de LCD, implica una persistencia en la atmosfera de más de 3.000 años y un potencial de contribución al calentamiento global muy superior al del CO2.
En cuanto a la gestión, los déficits son enormes. Los residuos electrónicos se están exportando en grandes cantidades desde los países industrializados a las regiones del mundo menos desarrolladas. Esto está relacionado con la baja tasa de recogida de residuos electrónicos en el marco del sistema oficial de gestión (los países europeos, por ejemplo, recogen el 35% de los residuos electrónicos que generan, mientras que la tasa de recogida de los Estados Unidos es sólo del 22%.
Desde el punto de vista de las políticas, la Directiva Europea sobre Residuos de Aparatos Eléctricos y Electrónicos (RAEE) fue la primera legislación completa que cubría exclusivamente los productos electrónicos con detalles técnicos sobre los objetivos de recogida de residuos y su posterior reciclaje. Además, la Directiva RAEE obliga a los productores a hacerse cargo de sus respectivos residuos electrónicos.
Vinculada a la Directiva RAEE, la Directiva de Restricción de Sustancias Peligrosas (2003) prohíbe el uso de determinadas sustancias químicas en la fabricación de productos electrónicos. A un nivel más amplio, la Iniciativa de la Comisión Europea para una Europa eficiente en el uso de los recursos (2011) y el Plan de Acción para la Economía Circular (2015) incluyen los retos del uso de recursos en los productos electrónicos.
Y, por último, la Agenda 2030 de las Naciones Unidas tiene un objetivo (el ODS 12) para garantizar la producción y el consumo sostenibles, que tiene como finalidad la gestión racional de los residuos y la reducción «sustancial» de la contaminación química.
En lo referente al factor empresas, el documento es muy crítico. Sostiene que, a pesar de la legislación citada anteriormente, las compañías suelen limitarse a hacer lo mínimo exigible. En este sentido apunta que, con algunas excepciones, los fabricantes no suelen mirar más allá del cumplimento estricto. A veces incluso toman medidas en contra de las normas que facilitan la reparación y la reutilización de productos que pueden ayudar a prevenir los residuos electrónicos.
Finalmente, en relación con los usuarios, el documento de Naciones Unidas reconoce que estos desempeñan un papel importante en las pautas de consumo de los productos electrónicos y en la gestión de los residuos electrónicos. Sin embargo en muchos países industrializados la falta de concienciación sobre esta problemática hace que se acumulen aparatos electrónicos en los hogares. De este modo, los productos de este tipo no están disponibles para su recogida y posterior recuperación.
Otro factor negativo es que, a medida que disminuye el precio de los productos nuevos y aumenta el coste de la mano de obra, la reparación se vuelve menos deseable para los usuarios, en comparación con la opción más barata de sustituir simplemente los productos electrónicos por otros.
En el lado positivo, el documento observa que la conciencia medioambiental está creciendo poco a poco entre ciertos grupos de consumidores. Ciertas iniciativas de base, como los cafés de reparación, y otras iniciativas similares, están ganando popularidad en muchos países desarrollados y en desarrollo.
Tres escenarios de futuro
En virtud de todo el análisis realizado, el documento expone tres posibles escenarios de futuro.
El primero es un escenario de «business as usual», de crecimiento lineal. El consumo de productos electrónicos y la cantidad de residuos electrónicos crecen al ritmo habitual. Los modelos de negocio convencionales siguen siendo dominantes, con sólo unas pocas excepciones. Las capacidades de gestión de los residuos electrónicos también se quedan atrás. En consecuencia, estos residuos se convierten en un grave problema.
En el segundo escenario se dan fuertes regulaciones y marcos de control. Las empresas, a pesar el enfoque reactivo, cumplen con el nuevo conjunto de legislaciones. Como resultado, aparecen algunos cambios en los patrones de producción y consumo. Esto ayuda a abordar los problemas relacionados con la fabricación y la gestión de los residuos electrónicos, principalmente en los países desarrollados. Se producen cambios en las prácticas globales de producción y gestión de los residuos electrónicos, si bien son lentos.
En el tercer escenario las empresas caminan hacia prácticas de producción y consumo sostenibles a lo largo de la cadena de suministro de los productos electrónicos, que son apoyadas por los gobiernos y aceptadas por los usuarios, y se adopta de forma general un enfoque de ciclo de vida en la fabricación y la gestión de los productos electrónicos.