Entre las grandes estrategias puestas en marcha por la Unión Europea recientemente destaca por su alcance la Estrategia de sostenibilidad para las sustancias químicas. Este documento se considera como una etapa importante para llegar al objetivo de contaminación cero en un entorno sin sustancias tóxicas, anunciado en el Pacto Verde Europeo.
Esta estrategia tiene dos grandes pilares. Por una parte, impulsar la innovación para el desarrollo de sustancias químicas más seguras y sostenibles y, por otra, reforzar la protección de la salud humana y el medio ambiente frente a las sustancias existentes que puedan ser consideradas peligrosas.
Para desplegar estas grandes intenciones se han trazado líneas de acción muy concretas. Así, por ejemplo, se propone suprimir gradualmente productos de consumo más nocivos en todos los ámbitos ( cosméticos, detergentes, materiales en contacto con alimentos, productos textiles, etc.). Esto incluye los alteradores endocrinos, y sustancias que afectan a los sistemas inmunológico y respiratorio, o las sustancias persistentes como las perfluoroalquiladas y polifluoroalquiladas.
Otra línea importante es la consideración del efecto cóctel, que es el efecto combinado de dos o más sustancias sobre la salud humana. Además, se prevé actuar para que, tanto los productores como los consumidores, tengan acceso garantizado a información sobre el contenido preciso de sustancias químicas en relación a su seguridad.
Sospechas razonables
Esta estrategia debe ser vista en primera instancia como lo que realmente es: un intento ambicioso de poner orden en un escenario formado por miles de productos y sustancias, muchos de los cuales plantean sospechas más que razonables sobre sus efectos sobre la salud humana y el entorno.
Es lógico que así sea porque el documento de la estrategia señala que diversos estudios apuntan a que cada vez se detecta un número mayor de sustancias químicas peligrosas en la sangre y los tejidos corporales de los seres humanos, entre los cuales cabe citar plaguicidas, biocidas, productos farmacéuticos, metales pesados, plastificantes y retardantes de llama, cuyos efectos sobre la salud son perniciosos.
Pero también cabe subrayar que esta estrategia allana el camino para el futuro desarrollo del paradigma circular. El documento se expresa concretamente en estos términos: “encontrar alternativas a sustancias preocupantes es crucial para la salud humana y el medio ambiente, así como una condición previa importante para alcanzar una economía circular limpia”.
La lógica es aplastante, si en una situación ideal futura los materiales y componentes de cualquier producto deberán ser reintroducidos en ciclos cerrados, ¿qué sentido tiene perpetuar el uso de sustancias peligrosas? Más que importante, como indica el documento, esta condición previa debería calificarse de fundamental.
La economía debe ser circular pero también limpia. Hay que garantizar que tanto los materiales y productos primarios como los secundarios sean siempre seguros. El Plan de acción para la economía circular26 subraya también este mismo aspecto como una forma de aumentar la seguridad y la confianza en los materiales y productos reciclados.
En la Estrategia se asegura que ahora mismo la creación de un mercado para materias primas secundarias (aquellas sustancias residuales de un proceso de producción, transformación o consumo, que se utilizan de forma directa como producto o materia prima en un nuevo proceso de producción) está siendo ralentizado por una falta de información adecuada sobre el contenido químico de los productos. Cuanto más seguros sean los componentes químicos más fácil será agilizar esos mercados de materias primas secundarias.
Hay que recordar que la Unión Europea es la segunda potencia mundial en productos químicos y que este sector es el cuarto de mayor tamaño dentro de la industria europea con 30.000 empresas que emplean directamente a 1,6 millones de personas e indirectamente a 3,6 millones.