En estos últimos años resulta difícil escapar de ciertos temas de conversación relacionados con el acelerado desarrollo tecnológico y cómo éste ya está cambiando y cambiará aún más nuestra forma de vivir en el futuro, así de cómo convivirán la tecnología y el medio ambiente y cómo ayudará a cuidar la naturaleza.
La cuarta revolución industrial (4RI) “ya está aquí aun cuando todavía no ha quedado claro cuándo sucedió la tercera”, sugiere el libro “La Cuarta Revolución Industrial desde una mirada ecosocial” (editorial Clave Intelectual) que analiza las consecuencias que tendrá la digitalización de la economía sobre el conjunto de la sociedad y del planeta.
Mientras que este libro repasa el impacto de la cuarta revolución industrial sobre los recursos (materiales y energéticos) del planeta, sobre el trabajo, la agricultura, la democracia, la forma de pensar de los humanos y de interactuar entre nosotros o la seguridad de las naciones -ente otros ámbitos- obvia sin embargo la potencial incidencia de la tecnología sobre la biodiversidad.
Y es que, en este caso, el desarrollo tecnológico sí ha demostrado favorecer al medio ambiente. ¿Cómo? De maneras muy diversas:
Programas de Vigilancia ambiental
Los dispositivos que han colocado sobre las aves la organización SEO/BirdLife, por ejemplo, han ayudado a hacer un seguimiento de las migraciones de éstas, así como a controlar las variaciones más significativas en las poblaciones de una especie determinada, de forma que puede facilitar la determinación de las mayores amenazas, y la implantación de programas de conservación para esa especie.
Por otra parte, los drones -vehículos aéreos no pilotados- han tenido diversas aplicaciones dentro del ámbito de la conservación de la naturaleza, como, desde la vigilancia ambiental, ayudar a localizar especies amenazadas, a detectar incendios forestales y comunicarlos a tiempo real. En este caso, además, pueden determinar el foco del fuego y ayudar a su extinción lo antes posible.
Detectar la contaminación atmosférica con tecnología
Uno de los casos de uso de teledetectores es la plataforma internacional de investigación atmosférica ACTRIS. Este proyecto consiste en utilizar tecnología LIDAR (Light Detection And Ranging) para detectar aerosoles, la variabilidad de las nubes y los llamados gases traza, “que son partículas con una presencia muy escasa en la atmósfera”, según explicó en el último Congreso Nacional del Medio Ambiente (2016) José Javier Martínez, coordinador del grupo de trabajo Teledetección y sensores medioambientales, que presentó la iniciativa. La plataforma, detalló Martínez, se enmarca en el programa Horizonte 2020 de la Unión Europea, que financia proyectos de investigación e innovación en los estados miembro.
Sostenibilidad en las “smart cities”
Por otra parte, cada vez más ciudades -ahora “inteligentes”- incorporan en los contenedores de reciclaje sensores inalámbricos que miden el llenado y optimizan la gestión de residuos. A través de redes de telefonía móvil comunican en tiempo real el porcentaje en que se llenan los contenedores de forma que permiten conocer cuándo éstos han alcanzado su máximo de llenado o cuándo ha sido vaciado.
Esta gestión de residuos evita el desborde y puede dar lugar además a la implementación de una estrategia de residuos más eficaz, conociendo cuál es el comportamiento de los usuarios a la hora de separar su basura. Mejorar la recogida separada de la basura facilita a su vez el reciclaje, que evita el vertido y, por tanto, la contaminación del medio ambiente.
En resumen, sin hacer necesariamente una apología de la tecnología -pues también tiene un impacto social y ambiental-, cabe admitir que ésta no sólo aporta avances a la ciencia, la educación o la medicina, sino también puede contribuir a conservar la naturaleza a través de, como hemos visto, la medición de la contaminación atmosférica, la detección y extinción de los incendios forestales, la mejora en la gestión de los residuos y la monitorización de migraciones y de variaciones poblacionales de las especies, entre otras aplicaciones.
Así, aunque es cierto que el desarrollo de la tecnología acarrea un gasto energético y un empleo de materiales “insostenible” según los autores del libro citado al inicio de este post, la tecnología puede también servir al cuidado del medio ambiente.