Si damos un repaso rápido a los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible salta a la vista, e incluso causa una cierta extrañeza, que el turismo no posea un epígrafe propio. Más teniendo en cuenta que, antes de la pandemia, en 2019, 1.400 millones de personas viajaron por el mundo con el impacto que esto supone en las economías, las sociedades y el medio natural.
En realidad, la razón por la que el turismo no figura en los 17 ámbitos prioritarios identificados por Naciones Unidas es que afecta directa o indirectamente a todos ellos. En otras palabras, es tremendamente transversal. Así lo argumenta la Organización Mundial del Turismo (OMT) en su web con el texto El turismo en la agenda 2030. Al leer cómo está conectada está actividad con cada uno de los 17 ODS no se puede hacer más que darle la razón a la OMT.
De esta relación estrecha con los ODS cabe inferir muchas cosas, pero quizás la más relevante es que una posible transformación del turismo en una actividad más sostenible no implicaría introducir el cambio en un sector concreto, sino que equivaldría a hacerlo de manera sistémica.
Estrategia para 2030
Dada la complejidad del tema, cualquier paso hacia la concreción debe ser bienvenido. Y en España el paso adelante se llama Estrategia de Turismo Sostenible 2030, un plan que elabora el Gobierno y que debería estar terminado en el primer trimestre de 2022.
Su objetivo es afrontar los retos del sector a medio plazo, mediante la consolidación de un modelo turístico sostenible, un sector que, por otra parte, emplea al 12% de la población activa y supone también un 12% del PIB.
Otra cifra importante es que España, con 67.000 millones de euros anuales, es el segundo país del mundo, tras Estados Unidos, que más ingresos recibe por turismo (cifras de antes de la pandemia). Estos datos ayudan a comprender la idea de un sector como palanca del cambio sistémico debido a su importancia estratégica.
Mientras la Estrategia de Turismo Sostenible 2030 no llega, una buena manera de palpar su futuro contenido es la lectura de un sencillo documento de 21 páginas que contiene diversas directrices inspiradoras. Este documento contiene algunos elementos positivos que merece la pena destacar. A saber: la manifestación explícita de que es el momento de cambiar el modelo; un análisis DAFO (debilidades, amenazas, fortalezas y oportunidades) bastante lúcido del sector; y unos ejes estratégicos con líneas de actuación asociadas a cada uno de ellos.
Pero si se pretende una transformación profunda del modelo con un efecto sistémico y transversal, habrá que ir más allá de este conjunto de buenas (y más que razonables) intenciones. El modelo turístico que nació al calor del Plan de Estabilización de 1959 ha generado a lo largo de 6 décadas unas estructuras que difícilmente cambiaran si no hay una disrupción.
Turismo siglo XX
Muchos pueblos y ciudades no es que vivan del turismo, sino que esta actividad (o mejor dicho la peor versión posible de ella) se ha convertido en algo intrínseco a su razón de ser, a su propia existencia. Su crecimiento demográfico, su composición social, su arquitectura y paisaje urbano, su propia cultura, en definitiva, han sido perfilados por el turismo de masas estilo siglo XX. Y lo sigue siendo.
En resumen, si el turismo puede operar un cambio sistémico positivo por su fuerte transversalidad, no es menos cierto que para lograr un nuevo modelo turístico habrá que provocar primero un cambio en el sistema que el antiguo modelo creó hace más de medio siglo.
No es nada fácil porque este último modelo está osificado en amplias zonas del territorio. Se habla a menudo de crear nuevas narrativas, pero el marketing no puede hacer nada frente a la tozuda realidad. Tampoco es imposible. En cualquier caso el reto requiere algo más que planes gubernamentales. Sin menoscabar su necesidad, deben ser las personas de cada territorio quienes deben encontrar soluciones viables y escalables.